Los sociólogos bolivianos enfrentan grandes retos en lo que se refiere a estudiar fenómenos económicos y sociales que se presentan a diario, causando el asombro de la población general, en especial en lo que se refiere a los robos a los bancos. Uno de ellos es la aparición y extensión de la corrupción en algunos engranajes del Estado Plurinacional que han puesto a Bolivia en niveles destacados del ranking internacional sobre el tema.
Es sabido, por ejemplo, que en países de Europa o Norte América, los bancos adoptan medidas de seguridad internas y externas para evitar desfalcos, robos, atracos, etc. En cuando a las medidas internas, es muy difícil que se produzcan delitos como desaparición de dinero, etcétera, pero en cuanto a evitar asaltos de origen externo, se adopta grandes medidas de seguridad, como presencia de policías armados con autorización para disparar, puertas de seguridad, cajas fuertes, etc. Esos atracos giran en algunos cientos o miles de dólares y casi siempre terminan en el fracaso o con sus autores en la cárcel de por vida.
Pero esa técnica delictiva ha sido superada con creces en Bolivia, donde los atracos a los bancos se producen con toda facilidad, alcanzando millones de dólares y, finalmente, los delincuentes no son encontrados o bien son tratados en forma generosa por los funcionarios policiales y judiciales.
En efecto, los atracos en Bolivia no son de origen externo sino interno. Son realizados de manera fácil y aun a la vista, al parecer, de las autoridades bancarias. A la vez, los delincuentes operan durante meses sin que nadie se dé cuenta, sobrepasando los controles, haciendo ostentación de derroche de dinero sin provocar ni el menor reparo e inclusive bajo sospechas de parte de las autoridades bancarias.
Pero lo más notable de esta novísima técnica de asaltos se produce en Bancos del Estado Plurinacional, y siempre desde adentro, nunca desde afuera. Y tales delitos tienen éxito extraordinario, con el agravante de que los asaltantes son funcionarios de confianza y hasta gozan de cierto aprecio de sus jefes y, es más, se llevan millones de dólares, como en los casos del Fondo Indígena, del Banco Unión en Batallas, Desaguadero, Santa Cruz y otros denunciados por sus gerentes.
En esa forma, los asaltos a los bancos en Bolivia han superado, en eficiencia técnica y cantidad de dinero robado, a los más audaces atracos y de mayor volumen que se producen en Estados Unidos, así como en Londres, París y otras grandes capitales, sin que, finalmente, se investigue su origen, ni el destino de los fondos hurtados, mientras impera la indiferencia y aun la complacencia oficial.
En realidad, “algo huele mal en Dinamarca”.
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