Elio Pacheco Colque
Estudios realizados en universidades demostraron cómo el consumo de bebidas alcohólicas afecta al comportamiento y al raciocinio humano. Cuando una persona sobrepasa los límites de esta ingesta, con el tiempo varias áreas de su cerebro son afectadas, lo que influye en la posible comisión de un delito o puede ser víctima de éste.
Uno de sus efectos es deprimir el funcionamiento del córtex frontal, región que regula el sentido común. Es decir que la capacidad de decidir se altera y por ello después de llegar a más del 1.5º por ingesta de bebidas alcohólicas, algunas personas se vuelven impertinentes, se involucran en actividades riesgosas, por ejemplo al manejar un motorizado, lo que es sancionado por conducción peligrosa.
Al respecto, en la pasada gestión se atendió 1.468 casos de jóvenes encontrados en estado de ebriedad. A ello se suma que hubo 1.775 casos de cierre de locales a nivel nacional, por el consumo de bebidas alcohólicas que involucraba a menores de edad.
En tiempos actuales, los que consumen bebidas alcohólicas ingresan a un estado eufórico en una primera fase, pero después se tornan vulnerables, y pueden ser víctimas de la comisión de algún delito o protagonistas de alguno de ellos.
Datos estadísticos establecen que en el 78,8% de los delitos cometidos en Bolivia, los autores estuvieron bajo el efecto del alcohol. Muchos de ellos se enmarcan en delitos como conducir en estado de ebriedad, riñas y peleas, violaciones, feminicidios, robos agravados, entre otros, o fueron víctimas de los mismos.
Lamentablemente, en gran parte de América Latina y sobre todo en el país está muy enraizado el consumo de bebidas alcohólicas, producto que se inserta en varias celebraciones familiares, como parte del desarrollo humano.
Desde bautizos de niños, cumpleaños, aniversarios de zona, fiestas folclóricas, religiosas, bachillerato, conclusión del servicio militar, bautizos en centros de educación superior, titulación y hasta los últimos días de nuestro desarrollo el consumo de bebidas alcohólicas es una problemática social, lastimosamente institucionalizada desde la familia.
Tal consumo afecta a varias generaciones, razón por la que se propone reeducarnos, reestructurar estas celebraciones, sin la necesidad de estar acompañados por la ingesta de bebidas alcohólicas, sino reforzando los vínculos de la familia.
En esa misma línea, las instancias departamentales y municipales deberán aplicar políticas sociales, no solo dedicadas al cierre de bares, cantinas y demás centros de expendio de bebidas alcohólicas, sino a la apertura de centros de atención de la familia, donde se replantee la labor de crecer sin ingerir alcohol. Estas políticas de prevención evitarán que otra gente se sume a las más de 401 personas en condición de calle que se encuentran en El Alto -según la organización Munasim Kullakita-, como resultado del consumo de bebidas alcohólicas.
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