Registro
Mayo ha traído algunas de las jornadas más aburridas del Juicio del Siglo, en camino a la primera década de los hechos brutales que lo originaron. En las audiencias ha imperado el tedio, con la lectura de las pruebas conspirativas que se supone yacen en los registros de llamadas desde y hacia teléfonos de los acusados. El trámite lleva más de seis meses y el tedio abrumador ha llegado al paroxismo.
En una de las últimas audiencias, todas las partes lucían concentradas en los teléfonos celulares, en diálogos sigilosos o en las pantallas de lap-tops, tan útiles para video-juegos y películas capaces de matar el tiempo. Una que otra vez, incluso las jueces dejaban escapar sendos bostezos. Una de ellas desplomó la cabeza sobre los brazos, traicionada por la urgencia de cerrar los ojos un segundo y alejarse de la agobiante monotonía. De haber estado la sala sin luz, la única presencia perceptible habría sido la del secretario que leía mecánicamente los registros. Desde fines del año pasado ha leído 1.600 y pico hojas y le tocaría leer otras 4.000. Provoca curiosidad saber si el funcionario aparta de sus sueños esa tarea.
La lectura refiere cada número de entrada o salida y tiempo de conexión. No revela ningún contenido sobre el tema que originó la llamada. Con mucha suerte, ese detalle podría encontrarse en enormes servidores de las grandes empresas telefónicas. Para averiguar sobre el contenido de los intercambios, el entonces poderoso fiscal Marcelo Soza viajó a Canadá en 2013. Fue en vano. Habría sido como encontrar un gato rosado bilingüe en alguna isla de algún planeta entre trillones de galaxias. En el supuesto negado de que hubiese conseguido detalles magnetofónicos de la inmensa maraña, ninguna comunicación en el mundo habría estado segura. Así y todo, mantuvo el listado que le dieron las compañías telefónicas bolivianas como pruebas en el juicio. Ahora son una muralla para su desarrollo y asfixian la tesis de que en Santa Cruz se planeó dividir Bolivia, aterrorizarla y rendir a su ejército.
“Es una prueba ciega”, sintetizó Francisco Aróstegui, ex prefecto cruceño y uno de los abogados de la defensa. La prueba registra números con los que nadie podría sostener que esconden una conspiración.
Para aligerar el juicio, la acusación separó de las pruebas las lecturas de una de las empresas telefónicas. El efecto de esa decisión es aún incierto, pero ha permitido al Fiscal General asegurar que a fines del año el proceso llegaría a la etapa de sentencias. La reacción inmediata a esa afirmación fue simple: ¿Será?
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