Luis Enrique Jara Jara
La poesía nació del corazón popular, del alma colectiva y de la esperanza del pueblo; el poeta es la síntesis de la más alta exaltación emocional, la voz de la epopeya, la tragedia y el amor.
De la promoción modernista paceña, quien ostenta la clara estirpe de poeta es Franz Tamayo, que perteneció por línea materna a la nobleza india, según su propia declaración. Como hombre de letras y profundo pensador, Tamayo fue uno de los grandes de la literatura, cuya labor no fue suficientemente valorada, estudiada ni comprendida por su vastedad en el dominio de la lengua, filosofía, mitología y otros conocimientos.
Fue incomprendido como Alcides Arguedas dentro del país, pero admirado y ponderado, también como Arguedas, fuera de él, especialmente en el mundo hispánico. Sus libros hasta antes de 1970 no recibieron comentarios favorables, sí comentarios irónicos, tal vez por su estilo filosófico y mitológico superior a nuestra cultura. También estas mezquindades ocurrieron en países de mayor cultura y progreso. Por ejemplo, un biógrafo del gran poeta norteamericano Edgar Allan Poe, comentando las composiciones de este bardo dijo: “El mayor infortunio de algunos hombres es nacer con facultades superiores a las corrientes, en las que campea la mediocridad reacia y a veces hostil al talento. Varias publicaciones rechazaron el artículo de Poe con el argumento de que estaban demasiado bien escritos y que pocos lectores alcanzarían a comprenderlos…”.
Los libros de Tamayo fueron también recibidos con la hostilidad del silencio o indiferencia porque también están “demasiado bien escritos”.
Publicó su primer libro de versos, “Odas”, en 1898, cuando tenía 19 años; “Proverbios” fue editado en 1905; “Crítica del Duelo”, en 1908; “Doce Artículos”, fue publicado en 1909; “Horacio y el Arte Lirico” es de 1915; “Creación de la Pedagogía Nacional” tiene dos ediciones, de 1910 y 1944; “La Prometeida o las Oceánicas”, gran obra de poesía fue publicado en 1917, que tuvo en su momento como único comentario a un actor alemán que lo calificó como “Un monumento a la Lírica Española”; “Proverbios sobre el arte, la vida y la ciencia”, de 1924; “Nuevos Rubayal” enriqueció la bibliografía Nacional en 1927, como una magistral obra poética; “Scherzos” salió en 1932. Ya de avanzada edad, Tamayo publicó sus últimos libros y folletos: “Scopas”, en 1939, “Epigramas Griegos”, en 1945, “Para Siempre” es de 1942; “Tamayo Rinde Cuentas”, de política, editado en 1947. El escritor colombiano Sanín Cano, reconocido por su consagración a la idea del prestigio hispano americano, en Europa hizo elogio de la obras de Tamayo.
Esta fue la fecunda labor literaria de Franz Tamayo, sin contar sus numerosos ensayos filosóficos, artísticos, estéticos, filológicos y otras publicaciones en revistas y diarios del continente, además de sus discursos parlamentarios, que constituyen un verdadero curso de derecho público, que deberían ser publicados.
Aunque algunos escritores y columnistas, como Fausto Reynaga, Rafael Ballivián, Guillermo Francovich, Luis Alberto Sánchez y otros, señalaban en la década del 40 y 50 que “Tamayo no era un poeta boliviano”, que “Tamayo no era un poeta popular”, que Tamayo es “un poeta griego que respira bajo las cenizas de la Helade Clásica”, que “…Causa Sorpresa que Tamayo hombre de arrogante abolengo mestizo, refugiado en el corazón de la montaña alejado físicamente del mundo pudo acendrar una expresión poética tan alquitarada”. Tales adjetivos y denominativos no hacen ruido, ni manchan, por el contrario, reconocen a Franz Tamayo como la figura culminante en su obra literaria, con un profundo conocimiento de la literatura clásica con sus lecturas de los textos originales de Homero, Horacio, Píndaro, Virgilio, Lucrecio, Ovidio, Terencio, Lucano, Anacreonte, Hesíodo, y su familiaridad con las mitologías grecolatinas que se patentizan en su poesía y la invaden con su flora erudita.
Fuente: Julio Díaz Arguedas, Franz Tamayo, el poeta filósofo, La Paz 1967.
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