Hernán Maldonado
La torpeza de los zalameros de Evo Morales le restó brillo a la jornada inaugural de los Juegos Sudamericanos, al punto que el presidente y su vice, Alvaro García Linera, debieron abandonar el estadio Félix Capriles antes de que, como es tradicional, el jefe de Estado del país anfitrión declarara formalmente inaugurado el evento.
¿A quién se le ocurre poner en las graderías a miles de policías con el encargo de detener a quien gritara consignas políticas? ¿Quién fue el oligofrénico que dispuso obligar a la gente a quitarse u ocultar sus franelas con la inscripción: Bolivia dijo NO?, alusiva al resultado del referendo del 21 de febrero del 2016, cuando la mayoría rechazó la ilegal reelección por 4ta. vez de Morales.
El resultado fue totalmente contraproducente ante millones de telespectadores en el continente. Miles de vídeos circularon inmediatamente por las redes sociales mostrando el abuso policial y lo que trataba de impedir el régimen salió multiplicado por miles. Inmediatamente de entonado el himno nacional, desde las graderías se escuchó el sonoro: Bolivia dijo NO.
Para Morales y García Linera, el bochorno no podía ser mayor. Tuvieron que salir del estadio antes de inaugurar los Juegos. Los servicios de seguridad seguramente les alertaron que en las graderías crecía la bronca contra los abusos policiales. El régimen estaba mostrando todo su rostro represivo al no tolerar ni siquiera que la gente vistiera poleras con la simbólica expresión.
Ocurrió algo análogo alguna vez en el continente. Sí, y fui testigo de ello. En 1975, un día antes de la inauguración de los VII Juegos Deportivos Panamericanos en Ciudad de México, los periodistas extranjeros acreditados fuimos citados por los anfitriones a un cóctel de bienvenida.
Nos obsequiaron recuerdos de diverso tipo e insignias metálicas con la bandera mexicana. Quien oficiaba de jefe de ceremonia, tras deliciosos tragos y botanas, nos brindó una charla sobre la elaboración del mezcal, tequila y el pulque y como quien no quiere la cosa dijo: Les agradezco en nombre del gobierno mexicano su asistencia a los Juegos y esperamos que los mismos sirvan para que ustedes pongan de relieve la hospitalidad de este pueblo…
Y siguió: En nuestro país han sucedido hechos que ustedes conocen, pero que no vale la pena seguir poniendo el dedo en la llaga. Esta es una hora de alegría, del deporte, y así lo entiende el pueblo mexicano. Por supuesto, siempre hay algunos que quieren empañar el buen nombre del país y mañana quizás veamos en el estadio a esos renegados. No sería bueno prestarles atención, que es lo que buscan para satisfacer sus mezquinos intereses…
Al día siguiente poco después del mediodía, sentado en la tribuna de prensa, estaba realmente impresionado por las coreografías en las graderías. Era indescriptible la emoción cuando de miles de gargantas salía el legendario “Cielito lindo…”.
A la hora convenida, el anunciador dijo por los altavoces: Y ahora invitamos al presidente don Luis Echeverría Alvarez… Las 100.000 almas que colmaban el monumental Estadio Azteca prorrumpieron en gritos, silbidos y abucheos en los contados segundos en los que el mandatario dijo lo tradicional: En mi condición… declaro formalmente inaugurados…
En los años en que estuve como corresponsal de la United Press International en ceremonias similares, jamás había visto algo semejante. De ninguna manera era la repulsión a un presidente de “algunas personas”. Cuando volví al Centro de Prensa, le comenté al jefe del grupo, Hermán Beals, quien pragmáticamente (recordando la velada recomendación oficialista del día anterior), me dijo: Mirá, Hernán, olvidémonos de eso.
-Si en tu nota de la inauguración ponemos “eso”, lo que conseguiremos es dejar sin información de los Juegos a millones de personas en el mundo, porque expulsarán a UPI, sin miramientos…
En otras coberturas noticiosas en México supe de lo que era la dictadura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y cómo se había mantenido décadas en el poder.
¿Por qué era rechazado Echeverría Alvarez? “Algunos” nunca olvidaron que cuando era ministro del Interior (Secretario de Gobernación) se produjo la matanza de Tlatelolco, bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (para garantizar la “tranquila” realización de los Juegos Olímpicos). Años después fue juzgado y estuvo bajo prisión domiciliaria, pero nunca fue encarcelado por esa matanza ni por otras masacres.
Lo ocurrido el sábado en la noche en Cochabamba, pues, no fue caso único en la historia del deporte continental.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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