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[Armando Mariaca]

En interés del país, superar antagonismos


Es casi normal que ante situaciones difíciles, tanto el gobierno como la oposición, muestran intenciones de superar diferencias y encarar, conjuntamente, la solución de los diversos problemas que afligen a la nación; muchas veces se muestran posiciones en que parece que las discordancias y desacuerdos podrían vencerse porque su vigencia perjudica a ambas partes; que la presencia permanente de conflictos determina el agravamiento de la desunión y provoca el surgimiento de mayores problemas que, reunidos, resultan imposibles de ser encarados.

Son diversos los problemas que aquejan al país, son notorios los descontentos de algunos sectores sociales que de todos modos buscan la forma de conseguir entendimiento y solución a sus angustias; son infinitas las situaciones de discordancia entre sectores que no están de acuerdo con algunas medidas y que se contraponen con las que aceptan cualquier disposición del gobierno con tal de mostrarse como sus adeptos y contradecir con ello a quienes no muestran aprobación alguna. Hay posiciones antagónicas entre el gobierno y quienes conforman la oposición y, ajenos a ésta, los que no están de acuerdo ni con unos ni con otros porque, según ellos, ambos muestran posiciones divergentes y que no concuerdan con los intereses nacionales porque para sus jefes o caudillos parece que primero están los intereses de grupo, de partido y hasta personales.

Estas situaciones no pueden ni deben continuar, especialmente si hay mucho por hacer, por enfrentar y por remediar conjuntamente, porque hasta ahora parecería que las partes discordantes son diferentes, contrarias entre sí y con diversos intereses, con preferencias que nada o poco tienen que ver con las conveniencias nacionales porque esas partes sean políticas, económicas o ideológicas que se adjudican derechos que generalmente no tienen. Vivimos tiempos en que las diferencias tienden a convertirse en antagonismos, que son rivalidades injustas e inapropiadas para el sentir de la mayoría de la población que, en casos, no sabe a quién creer, en quién confiar y, sobre todo, no puede vislumbrar qué es lo que podrían generar en el futuro las conductas que nada tienen que ver con el bien común.

Estamos aún lejanos a las elecciones de 2019 en que se definirá el futuro del país; pero, sin embargo, hay tendencias a “preparar” las campañas electorales pero matizadas por acusaciones, enrostramientos de hechos endilgados a quien mejor convenga; inventos de toda laya con relación a la economía y a los comportamientos políticos y sociales habidos en los últimos veinte años; hay una especie de consigna para desprestigiar a quien sea con tal de que ello redunde beneficios a quienes convenga y nada de lo que se hace favorece a nadie porque mucho se asienta en la falsedad que es forma categórica de cobardía, situación en que no hay franqueza ni valentía para decir la verdad, para enfrentar realidades y menos para defender posiciones de quienes hayan sido actores de hechos que, por la acción del tiempo y de intereses y conveniencias creados, han sido tergiversados o minimizados o exagerados, pero que, razones político-partidistas las hacen ver ante quienes interesa como verdades absolutas porque así conviene al que propaga todo ello.

En síntesis, vivimos situaciones de división y antagonismos que no tienen razón de ser, que restan credibilidad y posibilidades a todos los interesados en convencer al pueblo de lo que le convendría con miras al futuro electoral.

Las diferencias habidas en política, economía y aspectos sociales tienden a convertirse en confrontaciones y antagonismos que causaran daño a todos, que complicarán mucho los problemas ya existentes y no darán lugar a amortiguar las consecuencias porque gobierno, conjuntamente su partido en el poder, y quienes se encuentran en posiciones divergentes o también la llamada oposición totalmente desarticulada, ambigua, rivalizada entre sí y que cuenta con parlamentarios que no pueden verse ni sentirse, parecen estar, en conjunto, dispuestos a ser perdedores en todo; muestran que son preferibles antagonismos, diferencias, divisiones y desacuerdos permanentes en vez de que la unidad, la concordia, la sensatez, la prudencia y el respeto deberían ser partes fundamentales de su conducta.

El interés y conveniencias del país preguntan: ¿Hasta cuándo este “tira y afloja” entre partes que deberían actuar con mesura, prudencia, respeto y propuestas constructivas? ¿Cuánto durarán los desencuentros y creencias de que cada uno es dueño del país? ¿Cuándo se dejarán de lado en aras del país, las conveniencias e intereses personales y de partido? El país es patrimonio de todos los bolivianos; no es propiedad de ningun partido o de persona alguna y, por ello, todos estamos obligados con él a observar conductas conscientes en favor del país (especialmente gobierno y políticos) y en los comportamientos entre todos. Es tiempo de desterrar egolatrías que nada bueno significan para el futuro que es de todos los bolivianos de la presente y futuras generaciones.

Será, pues, importante que todos, solidaria y mancomunadamente con la nación, actuemos en consonancia con principios y valores desterrando posiciones antagónicas que sólo agravan los males, que destruyen buenas posibilidades de adquirir conciencia de país y actuar en provecho de toda la colectividad nacional. Es preciso que los intereses político-partidistas dejen de tener primacía y la tenga sólo el país que es patria de todos sin distinciones absurdas como proclamar hasta el cansancio ser “de izquierdas o derechas” que, por igual, han causado mucho daño y alejan posibilidades de unidad y conductas con responsabilidad.

 
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