La demagogia, según Aristóteles, es la degradación o corrupción de la democracia y consiste en una estrategia utilizada para alcanzar el poder político, aprovechando los miedos y esperanzas del pueblo para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda permanente con elevados costos, incluso utilizando recursos del Estado. Se empieza encubriendo la corrupción de funcionarios, el soborno, el chantaje, entre otras cosas, con las que se busca que el demagogo sea, obviamente, el ganador de elecciones.
Actualmente muchos de los políticos, como en Bolivia especialmente quienes están en función de gobierno, son repudiados por ser considerados demagogos, rechazo que es usual cuando no hay suficientes empleos, ni aceptable cobertura en salud y educación, además que no sean atendidas las necesidades básicas de la gente.
Por el bien de todos, es necesario restablecer la democracia plena y erradicar la corrupción que enferma al sistema o régimen político vigente hoy.
En democracia se debe dar paso al soberano, es decir al pueblo. El Gobierno en Bolivia ya no garantiza el estado de bienestar, ni tiene forma de resolver la crisis política y moral que es producto de sus contradicciones. Cada vez se señala al gobierno y a ciertos políticos por casos de corrupción, a pesar de órganos de poder hegemónicos, en una constante lucha política contra el pueblo, pretendiendo además alargar la permanencia del régimen establecido.
Cuando la corrupción ha tocado los poderes de Estado, en niveles medios y altos, descompone o deforma la vida nacional, repercutiendo en aspectos económicos y políticos, originando con ello podredumbre. Este mal no solo abarca a la política, sino que se enriquecen unos pocos y se empobrecen muchos. Se cree que la primera forma de corrupción habida fue el soborno, entendiendo a éste como el acto de corromper a alguien con dádivas para sacar algún provecho, personal o colectivo. Así ocurrió con la COB, que dejó de ser instrumento de reivindicación de los trabajadores y ahora está al servicio obsecuente del actual gobierno, para seguramente obtener beneficios sectoriales o personales.
La corrupción se la puede observar principalmente en algunas empresas que recurren a sobornar a las autoridades para lograr licitaciones o “invitaciones directas”. La corrupción es como un monstruo que está deglutiendo todo.
La forma de evitarla o erradicarla de raíz es a través de la educación pública y privada, enfocándola a tomar conciencia sobre este grave problema.
Es urgente establecer, como principio de todo funcionario público, el conducirse con transparencia y rendición de cuentas, sin maquillaje y lo más apegado a la verdad, demostrando con hechos tangibles la utilización de los recursos públicos sin dejar dudas o causar suspicacias.
Se tiene que legislar tomando en consideración la participación ciudadana, promoviendo consultas públicas, con referéndum y revocando cargos y sancionando cuando se pruebe casos de corrupción y no premiando a corruptos.
Finalmente, cuando un régimen político se dice que está corrupto, el pueblo en su conjunto y en la más plena unidad, puede y debe cambiar el sistema político insostenible, por otro que brinde justicia y bienestar a todos.
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