El anuncio sobre el próximo estreno del nuevo Palacio de Gobierno, suntuoso edificio de 25 pisos, bautizado como Casa del pueblo, produjo en la mayoría de la ciudadanía emociones y razonamientos de todo tipo, pero en especial de carácter crítico, aunque no así entre los allegados al gobierno actual, que dicen que es una necesidad por las actuales tareas gubernamentales.
Los observadores de la opinión pública se han asombrado por las características del edificio, en particular por los lujos que se ha revelado en las primeras visitas por los medios de comunicación. Entre otros detalles preocupantes se encontró la suite presidencial que estará dotada de una cantidad tan considerable de lujos y comodidades que no ha podido menos que causar malestar público, en momentos en que la población vive grandes dificultades en salud, educación, etc.
A tal grado de censura llegó la información sobre la “Casa de Morales” que el flamante Cardenal de Bolivia, Toribio Ticona, mostró su sorpresa y hasta disgusto al decir que “…el Palacio me parece que es demasiado lujo, porque normalmente habiendo en nuestra patria falta de hospitales, la educación y otras (necesidades) fundamentales, hace ese edificio solamente para ostentación, no me parece bien”. Agregó: “como representante de la Iglesia en Bolivia buscaré un acercamiento con las autoridades para desarrollar un diálogo sincero”.
La crítica general al faraónico edificio, cuyo costó gira en alrededor de cincuenta millones de dólares, recordó dos observaciones que hizo la ciudadanía en anteriores oportunidades. La primera, por los gastos dispendiosos del ex presidente Hugo Banzer en edificios y obras deportivas ineficientes e inútiles, obras que, finalmente, cual derroches improductivos, nunca fueron habilitadas, produciendo mayor pobreza para el país. La segunda, la ola de críticas que levantó el ex prefecto de La Paz, Chito Valle, por haber amoblado un ala del edificio prefectural con algunos muebles de dormitorio, iniciativa que, en comparación con la suite presidencial, sería ridícula.
Por otra parte, algunos nuevos ricos, defensores del “rascacielos” palaciego, afirman que se trataría de una obra contraria a actitudes coloniales, opinión sesgada que llega al absurdo, pues en ningún caso un nuevo edificio podrá cambiar el curso de la historia.
De ahí que solo queda recordar la sabia sentencia que dice: “En forma muy diferente piensa un hombre en una choza que en un palacio”.
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