El sabio griego Platón, seguido por Aristóteles y Polibio de Magalópolis, sustuvo que existían dos clases de formas de gobierno, las normales y las degeneradas, entre las primeras estaba la monarquía, que degeneraba en tiranía, es decir el gobierno del capricho de una persona. Es así que tiranía deriva del latín: tirannus y ésta del griego: tyrannia, que desde esos tiempos significa el gobierno ejercido por un tirano que gobierna a la medida de su voluntad. También se conceptúa como el gobierno en el que se abusa del poder. Es sinónimo de opresión, despotismo, arbitrariedad.
Para algunos tratadistas la tiranía es igual que la dictadura, aunque ésta se origina en los tiempos del Consulado en Roma, cuando por razones de interés de la “polis” (guerra, convulsión interna, etc.) se designaba un “dictador” por un tiempo limitado, en el que cesaban momentáneamente algunos derechos ciudadanos, hasta que se restablezca el orden; pasado su mandato, éste retornaba a sus labores cotidianas.
La historia de la humanidad está llena de tiranos, incluso en un largo período histórico de la “monarquía” ésta era bien vista porque su poder “emanaba de Dios”. Fueron muchos siglos de lucha hasta superar el despotismo e implantar el gobierno emanado de la voluntad del pueblo, es decir la democracia que se inventó y funcionó en la antigua Grecia (Atenas).
Nuestra historia, luego de la conquista de la independencia, está también llena de tiranos y autoritarios, que oprimieron al pueblo a su voluntad, así como en muchos pueblos de nuestra América, incluso en el pasado siglo se destacaron las dictaduras de los Somoza, Trujillo, Stroessner, Castro, etc.
En nuestros tiempos del Siglo XXI, parecía que habíamos superado las tiranías, pero al influjo del socialismo del Siglo XXI, se instalaron en el poder los regímenes “populistas” originados en el “Foro de Sao Paulo”. Estos regímenes que en un principio parecían una novedad distinta de las corrientes tradicionales de la política, acabaron siendo peores que éstas y entre sus características están: el permanecer en el poder político, no importa a qué costo; la corrupción generalizada en la administración del Estado; el autoritarismo desmedido y la conculcación de los derechos políticos y civiles de los ciudadanos; la liquidación del estado de derecho y la institucionalidad en el Estado.
Entre estos regímenes se han destacado: la dictadura perversa de Nicolás Maduro en Venezuela, la de Daniel Ortega en Nicaragua; la primera ha cobrado más de 130 muertos por la violencia represiva y la segunda -en estos días- más de 80 víctimas, la mayor parte de jóvenes estudiantes, masacrados por las fuerzas policiales, militares, y paramilitares. Otros gobiernos afines a estas dictaduras, como la del Lula da Silva y su sucesora Dilma Rousseff en el Brasil, de los Kirchner en Argentina o la de Rafael Correa en Ecuador, fueron apartados del poder por la decisión ciudadana.
El poder despótico y arbitrario también pervive en otras latitudes de nuestro planeta, como en Siria, donde hace 5 años el régimen está enfrentado a corrientes opositoras, con un saldo de miles de víctimas y asilados.
En nuestro continente, es la feroz dictadura de Nicolás Maduro la que nos mueve a solidarizarnos con el pueblo venezolano, que padece una crisis económica y social sin paralelo, que ha desplazado a más de medio millón de individuos a los países fronterizos, que padece no sólo la carencia de los más necesarios productos de subsistencia, sino la feroz represión. Ese régimen ha montado un “show electoral” en el que los ciudadanos que padecen de hambre y miseria, supuestamente habrían votado por el dictador, lo que resulta un insulto a la inteligencia humana.
Lamentablemente nuestro gobierno -de la misma línea “populista de izquierda”- es el único en Sudamérica que respalda a la tiranía de Maduro, apartado del sentir del pueblo, que es indudablemente democrático y está ya en apronte de lucha en defensa de su voluntad expresada en el voto el 21F, que dijo ¡no! a la reelección del presidente candidato.
Seguramente los Maduro, Ortega y sus afines serán llevados en algún momento al Tribunal Penal Internacional, por las muertes ocasionadas por sus políticas represivas y la corrupción, ya Lula ha sido encarcelado por la justicia de su país y seguramente en algún momento Cristina Kirchner.
La justicia suele tardar, pero en algún momento llega.
El autor es abogado y politólogo.
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