“Cuando hay hambre no hay pan duro”, refiere el refrán. De veras que no hay pan duro para quien siente la sensación del estómago vacío.
Los jóvenes que abandonan el campo de donde provienen, en busca de mejores condiciones de vida, es decir educación, salud y servicios básicos, están expuestos a esa dura realidad, que pasa inadvertida para la mayoría de la ciudadanía. En esa perspectiva, se han dirigido a los centros urbanos, donde se advierte la posibilidad de una subsistencia llevadera.
Lejos de los familiares y amigos de infancia, de la choza y de los objetos queridos, mientras buscan empleo u ocupación, pasan hambre, soportan frío y encaran muchas necesidades, sin recibir apoyo del Estado ni de otra instancia, en esas circunstancias tan difíciles.
Es una juventud lastimada por el menosprecio y la exclusión, en una sociedad displicente, que ignora el espíritu de la solidaridad. Mucha gente responde a su clamor de justicia social con la indiferencia.
El hecho ocurre en el seno mismo de la Patria que la vio nacer. Y aún ocurren estas manifestaciones de intolerancia, pese que dicen que en Bolivia se habrían registrado cambios.
Desgraciadamente sus propios coterráneos, particularmente los llamados “kamiris” (del aymara que se traduce por pudientes), asumen ese trato desconsiderado contra aquella juventud, que busca derroteros de bienestar.
Esos jóvenes trabajan para sobrellevar la adversidad, como lustrabotas, mineros, albañiles, panaderos, meseros, etc. Es que, de una u otra manera, siempre ha tratado de vivir dignamente o sea derramando el sudor de la frente. Obviamente que algunos se descarriaron por motivos desconocidos. Pero otros con un estudio superior sistemático se superaron.
Una juventud que es víctima de la injusticia social que durante más de 190 años hizo estragos, y que sensiblemente sigue su curso.
El nuevo Cardenal boliviano, Toribio Ticona Porco, surge, para honra de los sectores populares, del estrato social campesino y como tal conoce, con objetividad, los avances y retrocesos, los logros y frustraciones, no sólo de la juventud sino del campesinado, en general, del país. Y ojalá haga algo por ellos.
Posiblemente dicha designación haya provocado cierto resquemor en círculos que no aceptan el cambio. Ellos son los resabios de un pasado ya superado. Pero hoy se impone en la Iglesia Católica un Cardenal de apellido Ticona. Y habría que celebrarlo, ciertamente.
Del movimiento campesino surgieron hombres de valía: presidentes y sacerdotes. Conductores de países los primeros y guías espirituales de la grey católica los segundos. Ambos, con tareas específicas, fueron protagonistas de la historia, en nuestra región. Suficientemente conocidos como el político y abogado Benito Juárez García, considerado el “Benemérito de las Américas”, que se convirtió en presidente de la República de México, en 1858. Y ahora tenemos, en el país, a monseñor Toribio Ticona Porco, recientemente nombrado, por el papa Francisco, como nuevo Cardenal de Bolivia.
En suma: el nombramiento de Ticona Porco honra no sólo a los estratos del sector campesino sino a Bolivia.
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