En 1993 circuló el libro “Utasan Utjir Qollanaka” (Medicinas que hay en nuestro jardín), cuyos autores son Jaime Zalles Asín y Manuel De Luca, que tiene la descripción y uso de 100 plantas medicinales. En su presentación, en partes sobresalientes, dice: “en el sentido de recuperar al curandero y a la partera como amigos del médico, así como difundir técnicas confiables como la preparación de pomadas, tinturas, fricciones y aceites de la medicina galénica, pretendemos la sistematización de la Etnomedicina Boliviana, y buscamos una medicina bio-psico-socio-cultural que se muestre como un servicio eficaz, inocuo, serio, humano, complementario, quizás bilingüe y bicultural en cada región que considere al hombre en su totalidad”. Añaden: quisiéramos poner fin a la histórica rivalidad de médicos y expertos en etnomedicina y continuar con los primeros pasos hacia una abierta, franca y amigable combinación de los subsistemas medicinales en una actitud horizontal, dialogante y mutuamente respetuosa.
Asimismo, ya en 1987 fue publicado el libro “Kallawaya Curanderos Itinerantes de Los Andes-Investigación Sobre Prácticas Medicinales y Mágicas”, del etnógrafo francés Louis Girault. Indudablemente, el amigo lector ya habrá comprendido que hablamos de la medicina tradicional que, hoy, digamos pareciera estar relegada de un modo u otro ya que trabajos al respecto, con base en investigaciones, profundización de los estudios, fuera de la publicación de textos serios, y documentados, ya no ha sido de conocimiento del público en general. Por el contrario, el accionar de los denominados “pajpakus” se ha intensificado en las últimas épocas en desmedro de una medicina ancestral que salvó millares de vidas en el mundo. Entre sus genuinos practicantes, conocedores de grandes secretos de las propiedades de las plantas, algunas de las cuales sólo son encontradas en nuestras tierras, también cunde la desazón. Cuando existe mucho por hacer al respecto, y viene a ser una especie de imperativo masificar estos conocimientos para el bienestar de nuestra gente venida a menos, virtualmente, se hace poco o nada, permitiéndose por el contrario que personas sin mayor preparación se dediquen a estas prácticas, muchas veces con desenlaces nada agradables. De ahí que el ahínco de “jerarquizar” la medicina tradicional en Bolivia tiene que ser reconocido por las propias autoridades estatales y otras, dejando de lado cualquier reticencia o mezquindad.
Hace algunas semanas el Dr. Walter Alvarez Quispe, médico kallawaya, dio a conocer que persistirá en su afán de que se haga realidad la creación de la carrera universitaria del ramo, destacando que esta medicina ancestral tiene entre sus principales impulsores al Dr. Toribio Tapia Valencia, quien hizo mucho por su difusión no sólo en Bolivia sino en el mundo. Tapia Valencia, “kolliri” o kollawaya, a su turno dijo que prácticamente ya tiene todo listo para lanzar un libro al respecto. Son acciones y afanes como estos los que posibilitarán el engrandecimiento y masificación de estas prácticas ancestrales tan nuestras, y que merecen un mayor y mejor impulso, y estímulo. Si las actividades en el campo gubernamental, hablando del tema que nos ocupa, estuvieran en esas manos, con seguridad que infinidad de familias de bajos y escasos recursos serían las beneficiadas. Esta es, pues, la “Medicina Bío-Psico-Socio-Cultural” de estas lejanías del mundo.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |