La humanidad, aseguran expertos, empieza a sufrir gravemente los problemas derivados de la falta de agua, el elemento más indispensable para la vida. La crisis, ya sufrida desde hace muchos años por muchos países, tiende a agravarse conforme pasa el tiempo y por el excesivo consumo en algunas regiones “no considera los derechos de los demás, porque hay poblaciones que malgastan sin consideración alguna y otras que la desperdician hasta el extremo de desertizar campos destinados a la agricultura”. Un país que confronta seriamente la falta de agua es México, cuya capital, con más de 20 millones de habitantes, consume el agua que existe en los subterráneos de la ciudad y su agotamiento es cada vez más seguro.
Revistas especializadas afirman que “once de las grandes ciudades del mundo están en peligro de quedarse sin agua porque son muchas las causas que determinan una crisis casi permanente”. El problema no solamente está referido a grandes ciudades como la capital mexicana, sino que en todos los continentes el problema es crucial y, sobre todo, sin remedios que se pueda adoptar en forma inmediata. Para muchos técnicos, habría una solución para “postergar el grave problema y dejar de construir, evitar que haya más población en esos sitios, pero eso resulta imposible debido al interés de contar con más edificios que consumen mucho líquido; por otra parte, la demanda de más alimentos ocasiona que haya mayor urgencia en cantidad y calidad de agua; el consumo animal también determina bajones increíbles, pero tampoco se puede matar animales debido a la sed”. (ED 13-4-18).
Muchas poblaciones en América Latina, África, Asia y Europa confrontan el problema que es calificado como grave. Hay sitios en que se ha recurrido al sistema de “purificación del agua de mar”, pero su costo es muy alto. Hay localidades en que se compra agua en altos precios y otras en que no alcanzan cantidades mínimas que reciben. El caso de la capital mexicana es crítico porque, según expertos, “casi un 70% del agua que se consume es extraída del acuífero, una capa subterránea sobre la que se asienta la megaurbe; pero sacamos mucha más de la que se recarga y, además, causa el hundimiento alarmante de la ciudad. Este hundimiento que es diferente en las distintas zonas de la ciudad, rompe las tuberías y los drenajes. Es un absurdo vicioso, extraemos agua del subsuelo y provocamos hundimientos diferenciados que provocan la ruptura de tuberías y drenajes que causan fugas”.
La excesiva antigüedad de los sistemas de provisión de agua hace que los costos de reposición sean muy altos. El drama se hace más grave conforme pasa el tiempo porque, en muchos casos, “sale subterráneamente más agua de cañerías dañadas que la utilizada por las poblaciones”. El mundo tendrá que encarar el problema globalmente, porque no se trata de solucionar el problema por países o ciudades, sino en forma general, inclusive por el peligro inminente de que la falta del líquido podría implicar el surgimiento de muchas enfermedades que ya sufren algunos países pobres.
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