El adjetivo expreso significa claro, patente, especificado por lo que el verbo expresar significa esclarecer, patentizar o especificar para dar a entender por medio de la palabra hablada o escrita. De aquí que el significado del sustantivo expresión sea de postulado o especificación de lo que quiere darse a conocer, de modo que se entienda como lo desee el emisor de esa expresión, sin que nadie se lo impida o entorpezca, distorsione o interprete con motivos ulteriores, como a menudo ocurre con políticos de pacotilla que quieren imponer restricciones a la expresión o a la verdad en un claro afán de afectarla por razones de poder sobre los demás… y donde los demás son por lo general, e históricamente, mayoría.
En Bolivia el 21F es prueba de expresión democráticamente mayoritaria. En Venezuela y su reciente “elección,” el hecho de la debacle de la imposibilidad de libre expresión es más que contundente; lo mismo, y todavía peor, en Cuba. Sabemos que nada es perfecto, pero ¿por qué pugnar por arribar a la perfecta imperfección política y por lo tanto humana? ¿Porfía ideológica?, ¿ansia de poder?, ¿afán de notoriedad?, ¿ímpetu dictatorial?, ¿supersticiones desbandadas?, ¿zoología rebuscada? ¿Un poco de cada uno de éstos? Otro caso que bulle es Nicaragua. Ecuador llegó a puerto y edifica, y los “trapitos al sol” son más que elocuentes.
Hablar de libertades es más intrincado sobre todo en Bolivia, porque cada boliviano propende a tener su propia manera de ejercer y vivir su libertad… la de su cofradía, movimiento social, ministerio, gremio, comparsa, tropel o lo que sea, incluyendo los barrocos regionalismos y pseudo amoríos con la tierruca… que por lo general son de patota e/o individuales. Por razones idiosincráticas de complejas raíces antropológicas que incluyen el devenir histórico del boliviano… sobre todo desde que Francisco Pizarro recurrió a la improvisación para derrotar a miles de guerreros incas, su “vividura,“ recurriendo a un término del historiador español Américo Castro, (la de un significante porcentaje de bolivianos), está lela de motivaciones, impulsos e incluso ímpetus que le impiden ver, y menos respetar, el linde donde termina el ámbito de su libertad… y comienza o deba comenzar el del prójimo. Y es precisamente el momento en que comienza o debe comenzar la libertad de expresión del prójimo que acarrea problemas sobre todo en el trajín político que en Bolivia ha sido convulsionado porque a menudo se ha caracterizado por ser “movimiento” ya sea “nacionalista revolucionario,” “de izquierda revolucionaria” o “al socialismo,” sin identificar claramente el momento de sedentarismo doctrinario, de quietud y serenidad trabajadora que edifique el país.
Hoy ese trajín se reduce a la convicción socialistoide boliviana de que “la libertad” se reduce a practicarla solo a favor de ese “socialismo”, y “la expresión” se limita a enaltecerlo so pena de sufrir consecuencias por no acatar. O sea que ese trajín autoritario oprime la crítica sin percatarse de que socavando e incluso eliminando la libre expresión crítica de la acción gubernativa, contribuye ésta a su propio debilitamiento e incluso derrumbe. Por el contrario (que no se practica en Bolivia) avenirse con la crítica y reflexionar sobre el valor del diálogo con la oposición política sería un comienzo históricamente edificante, donde habría más ganadores que perdedores. Es decir ganaríamos todos. ¿Idealismo? quizá sí, y muy necesario.
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