Clepsidra
Desde muy niño me impresionó la forma de oración que se estilaba realizar en los templos y procesiones, caracterizada por su cadencia monótona y repetitiva, para grabarse indeleblemente en nuestra memoria, pues eran súplicas dialogadas, y a veces cantadas entre los sacerdotes y los fieles, conocidas con el nombre de letanías.
Lástima que tan hermosa costumbre haya ido desapareciendo, pues cantar con gran unción y recogimiento la Kyrie Eleison (Señor, ten piedad) por ejemplo, jamás podía producir cansancio o desagrado y, por el contrario, aumentaba el fervor y la vocación hacia la iglesia, valores que van decayendo ostensiblemente a favor de sectas que los utilizan eficazmente para ampliar y congregar a su feligresía.
Tal práctica pareciera haber sido imitada o al menos emulada de los mantras hindúes o budistas, cuyo principal objetivo es relajar e inducir a un estado de meditación a quien los canta o escucha, ya que tienen algún poder espiritual o psicológico, que les permite obtener o hacer realidad sus peticiones.
Aplicando lo anteriormente expuesto al campo de la política, es sorprendente cómo una escueta letanía o mantra, como: “Bolivia dijo No”, mil veces repetida a lo largo y ancho de nuestra nación, ha conmovido de tal forma las bases del gobierno, como de toda la población, que ha modificado sustancialmente el estilo de hacer protesta.
En efecto, en las últimas semanas, un amplio sector de la ciudadanía que clama por el respeto al resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016 -ya catalogado como el 21F- sacó de sus casillas a las autoridades en distintos ámbitos y eventos, con manifestaciones en contra de la intención de S.E. de postularse por cuarta vez consecutiva a las elecciones nacionales, con el simple estribillo pertinaz y pegajoso de “Bolivia dijo No”.
Uno de los casos más recientes se dio en la inauguración de los juegos suramericanos en Cochabamba, cuando en el estadio Félix Capriles, donde el presidente se hallaba presente junto a su par de Paraguay, Horacio Cartes, y otras autoridades, la gritería de “Bolivia dijo No” se convirtió en un bramido que incomodó al mandatario, llevándolo al extremo de abandonar el espectáculo antes de dar su discurso de inauguración de los juegos, seguido por las autoridades que se hallaban en el sitio.
A tal extremo de paroxismo llevó el rugido de “Bolivia dijo No” de los asistentes que, en ese mismo escenario y, en un video que se viralizó extraordinariamente, se vio cómo la policía intentó desalojar del estadio a una joven que vestía una polera con el rótulo del 21F, o al gobernador de Cochabamba, culpar a los cruceños de ser los protagonistas de esos bramidos. Tales imprecaciones, así como las destempladas reacciones de las autoridades policiales en su afán de reprimirlas, nos llevan a pensar en la modernización que están alcanzando los tipos de protesta y en el poder que pueden tener los mantras y las letanías.
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