Enrique Nuñez Sánchez rememoró que en el pasado reciente hubo hechos trágicos, en los que complejos químicos quedaron convertidos en nada. Recordó el caso de la planta petroquímica de BASF en Ludwigshafen, Alemania, que explotó cegando la vida de cuatro personas en octubre de 2016. En Praga, otro complejo petroquímico de Caucho y Poliestireno explotó en marzo de 2018, causando la muerte de seis personas y cuantiosos daños materiales. “Pero el caso que más se asemeja a nuestra realidad es la explosión de una planta de fertilizantes en Texas – Estados Unidos”. La West Fertilizer Company primero tuvo un incendio y luego explotó. Como resultado, dejó el saldo de 15 muertos y 160 heridos. Esto ocurrió en abril de 2013.
Núñez dijo que lo curioso de la explosión de la Planta West de Texas es que la empresa tuvo un historial frondoso de incumplimientos relacionados a fugas de amoniaco. ¿Coincidencia? No, una fuga de amoniaco sumado a una fuente de calor (puede ser eléctrico, intencional o natural) desata un incendio, y este se traduce en una mortal explosión luego. Ahí está el riesgo real de la planta YPFB de fertilizantes en Bulo-Bulo. No es coincidencia que la planta pare, se ponga en alerta máxima, determine y se tome el tiempo para solucionar las causas de estas fugas.
ESCENARIO POSIBLE
Sumadas a las muertes, YPFB perdería la planta, continuidad de negocio, años de instalación y montaje; y por sobre todo mercado; retrocediendo así en este proceso denominado “Industrialización de Hidrocarburos”. Recomendó que dada la complejidad en los procesos físico-químicos, la planta (Bulo-Bulo) debe invertir tiempo y recursos en estudios de Análisis de Funcionalidad de Operatividad o Hazop (Hazard and operability).
Debe, asimismo, aplicar criterios de protección por redundancia, sistemas inteligentes de detección y alarma, aumentar la fiabilidad del sistema a través de los sistemas de mantenimiento periódicos, y contar con operadores de proceso no solo calificados en operación normal, sino entrenados y adiestrados para responder con nervios de acero en situaciones de emergencia a ser controladas desde el sistema remoto de control.
Precisó que en la mayor parte, las tragedias petroquímicas mencionadas fueron por errores humanos, independientemente del nivel de tecnología o tipo de proceso con el que cuentan. Finalmente, sus mecanismos de respuesta a emergencia deben ser oportunos, automáticos, suficientes y estar operativos en todo momento. “Dios no quiera; pero si ocurriese ¿nuestros organismos de Respuesta a Emergencia están preparados para atender un caso en esta planta?”, preguntó.
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