Indudablemente, los tiempos han cambiado. Ya no son aquellos de confrontación político ideológica sino de entendimiento, de confraternidad y cooperación, sobre todas las diferencias que hubiere, en el contexto de la región y del planeta.
Es una señal constructiva que involucra a la comunidad internacional, que se ha propuesto avanzar, de manera mancomunada, asumiendo el desarme espiritual, la tolerancia y en paz, hacia un futuro mejor, que tanto se anhela.
El imperativo del momento es la estratégica conformación de alianzas, la suscripción de acuerdos, en el rubro de negocios, entre pueblos y gobiernos ideológicamente antagónicos, inclusive, con la histórica intención de tender sólidos puentes hacia un mundo llevadero. Tales compromisos adquieren importancia por su carácter bilateral o multilateral.
Los intereses nacionales ahora han descartado, de cara al Siglo XXI, la belicosidad y la beligerancia, a fin de ensanchar el camino del entendimiento civilizado, por el bien común. La mayoría de los países ya no está encuevada dentro de sus fronteras. El nacionalismo tiende a declinar como bandera de lucha política en el ámbito internacional.
Soplan vientos de integración del este al oeste y del norte a sur. Se trata de sobrellevar las adversidades en forma conjunta y compartir los logros por común acuerdo. Esa es la perspectiva internacional que se impone actualmente. No obstante de ello, existen ciertos renuentes que representan a gobiernos desorbitados que no admiten la realidad, sino que viven anclados en un pasado político ya superado. Y es que viven aislados, lejos de aquellos que se han integrado venciendo las barreras del idioma, de la creencia religiosa, de las costumbres e ideologías de índole político.
Las actitudes gubernamentales recalcitrantes siempre han generado, como bien sabemos, enemistad, en el pasado mediato e inmediato. En consecuencia: han ahuyentado toda inquietud de entendimiento e integración.
La verdad es que el intercambio comercial, cultural y tecnológico, va socavando las fronteras ideológicas, posibilitando el encuentro de pueblos y gobiernos, conforme lo exigen los tiempos de cambio.
La mentalidad de los gobiernos y pueblos se funda, ahora, en aunar esfuerzos con el propósito de obtener objetivos comunes que contribuyan al desarrollo, por el bienestar de la población en general.
Esa inquietud está renovando, estrechando y fortificando los lazos de amistad bilateral y multilateral, en consonancia con la necesidad de avizorar horizontes más promisorios, en una acción conjunta. “La unión hace la fuerza”, dirán muchos. “La disgregación dispersa los esfuerzos”, sostendrán algunos.
En el pasado, los enardecidos discursos, de contenido político ideológico, no hicieron otra cosa que profundizar los resquemores y las inquinas, de manera irreconciliable.
En suma; debemos extremar esfuerzos a fin de construir un mundo equilibrado.
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