La reciente interpelación al ministro de Desarrollo Productivo, Eugenio Rojas, terminó con un voto de confianza a cargo de los 2/3 de legisladores del MAS. En estos 12 años del mismo Gobierno, ningún ministro fue censurado gracias a la indicada abrumadora mayoría. Esta perniciosa política de incansable ratificación, no solo a nivel ministerial sino de la Administración Pública en general, aun habiendo suficientes motivos de cesación del cargo, plantea el dilema de depurar o podar la gestión en curso o conservar en los cargos a ultranza a los militantes oficialistas.
Es criterio general que esto tiene origen en que el oficialismo carecería de militancia capaz de ocupar alguna cartera de Estado o porque actuando de esa manera cree mostrar fortaleza y reciedumbre en el Gobierno. Lo anterior ocurre ante el desempeño ineficiente de algunos ministros o bajo sospecha de corrupción. En estas circunstancias, se aprecia una continua rotación de funcionarios de alto y mediano nivel, girando siempre alrededor de los mismos individuos. Lo propio acaba de ocurrir con el nuevo ministro de Salud, Rodolfo Rocabado, quien después de haber ocupado diversos cargos en el mismo ministerio es ascendido sorpresivamente a titular de Salud. Tal carencia ya referida se muestra en la Administración, la diplomacia, etc. y se diría que hace crisis en la conformación oficialista del Legislativo.
Un ministro es intocable en la actual política, en cambio las Cortes (Parlamento) de España acaba de dar una lección, cuando el presidente del Estado, Mariano Rajoy, depuso el cargo a consecuencia de una censura mayoritaria votada por las Cortes. Esto solo es posible en una democracia objetiva, en la que un consenso puede ratificar su confianza o censurar a un mandatario, cualquiera sea su jerarquía. En el país las interpelaciones terminan en aplausos y hasta en salida en hombros (caso Nemecia Achacollo). Queda así frustrada la función fiscalizadora de los legisladores.
Es así que el ministro Rojas salió indemne de una interpelación de 27 puntos planteada por la situación deficitaria de las empresas públicas de su dependencia. El Ministro repuso que todas arrojan ganancias y que su objetivo no es competir con las empresas privadas sino dinamizar la economía. Sin embargo, si se sustraen de actuar en el mercado no son propiamente emprendimientos económicos, y se deduce que existen a costa del Estado. Eugenio Rojas, entre sus apreciaciones especiosas, sostuvo que Lacteosbol incentiva el consumo de leche per cápita de 27, 9 litros por año a 62.5. Aspecto tal vez creíble si la misma regalara la leche, lo que obviamente no ocurre. Defendió también a Emapa, que en Potosí acaba de sufrir un robo de miles de quintales de granos para diferentes consumos públicos. Los sospechosos trabajan en la misma Emapa. No es de extrañar que en el debate, la senadora del MAS, Eva Copa, arroje un vaso de agua al interpelante Carlos Gutiérrez, hechos tan desfachatados que muestran falta de argumentación y de conducta.
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