Que la democracia nos dé nuevas luces

“Preservar la democracia y el Estado de Derecho, para que nunca más se produzca un golpe de Estado, en Bolivia”, ha implorado Lidia Gueiler Tejada, ex presidenta de la República de Bolivia (1979-1980), cuando Luis Arce Gómez fue recluido en Chonchocoro.

Las palabras de aquella mujer, que condujo los destinos del país en una circunstancia histórica, nos conminan a reflexionar en torno a la suerte que correrá la democracia boliviana, en adelante. Es decir de cara al Siglo XXI.

Tomando en cuenta, particularmente, que, en algunos puntos geográficos de la región, el autoritarismo levantó cabeza impávido, nada más ni nada menos con el ropaje democrático.

A propósito, la prensa internacional informa: “Aún se tiene 302 presos políticos luego de la excarcelación de cinco el día de ayer” en Venezuela. Se “cifró ayer en 130 las víctimas mortales de la crisis que vive el país desde el pasado 18 de abril y se acusa de esos fallecimientos a grupos afines al gobierno” de Nicaragua (2).

Esta realidad es una seria amenaza para la convivencia civilizada, que implica, por supuesto, garantías irrestrictas para el libre ejercicio de la actividad política, sindical, cultural, etc., así como el respeto a los derechos humanos. Y permite, en un marco pluralista, elegir y ser elegido. Donde el prorroguismo no tiene cabida sino que se prioriza la alternancia en el Poder. Donde mayorías y minorías tienen derecho a fiscalizar a los gobiernos legítimamente constituidos.

La democracia representativa acá no es concesión gratuita, es la conquista del heroico pueblo boliviano. Pues ha surgido de los recintos de interrogación represiva, de las oscuras dependencias de tortura y de las memorables barricadas populares, como una respuesta al clamor de libertad, tantas veces conculcada. Así lo ratifica la historia.

Que la democracia que heredamos hace aproximadamente 36 años nos sirva para lograr un mundo mejor, con justicia, libertad y derecho a disentir. Que sea de tendencia pluralista, con espíritu tolerante y proyección incluyente, en libertad: la sublime concesión de Dios. Y siempre sea la fortaleza en nuestra adversidad.

Aún es tiempo para promover reencuentro, reconciliación y pacificación, en el contexto de la democracia, pero tomando en cuenta, sobre todas las cosas, los supremos intereses nacionales. Pensando, también, en las nuevas generaciones, a fin de que tengan acceso a educación, salud, servicios básicos y a la tecnología, que avanza a pasos acelerados. Es que democracia se traduce, igualmente, por un futuro mejor.

Y sin democracia, sin libertad y sin justicia, no habría razón para vivir, porque estaríamos ingresando a un proceso regresivo, que fue superado en la década del 80 del siglo pasado, en el país.

En suma: que la democracia nos dé, ahora más que nunca, nuevas luces para seguir bregando por los derroteros del desarrollo, por el bien común.

(1) “Gueiler confía con que no habrá más golpes de Estado”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 10 de julio de 2009.

(2) “302 presos políticos en Venezuela”-“130 muertos por represiones en Nicaragua”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 8 de junio de 2018.