Cerco a las ruinas de Tiwanaku

El mayor privilegio pre-histórico que tiene Bolivia son las ruinas de Tiwanaku, situadas en la provincia Ingavi, del Departamento de La Paz, a 72 kilómetros de esta ciudad, en plena región altiplánica. Su extensión total abarca unos 40 kilómetros.

El compromiso cívico e histórico que tienen los bolivianos, en particular los paceños, es conservarla como la mayor reliquia histórica de su suelo, pues data de tiempos inmemoriales y sus obras son de características excepcionales, muy superiores a las de cualquier otro sitio similar que existe en América del Sur.

Estudiosos de la materia estiman que la cultura tiwanakota es pre-incaica y habría abarcado desde el año 1.500 a.C. hasta el año 1.000 d.C. Sería la cultura madre de otras civilizaciones del continente, de las que, empero, no existe rastro alguno.

Se considera que Tiwanaku fue abandonada hacia el año 1.100 d.C., luego, la población que existía desapareció de forma repentina.

Aparte de la emblemática Puerta del Sol, que pudo haber sido parte de un templo, en el mismo se presume que estaban el de Kalasasaya, la pirámide de Akapana y el templo semi-subterráneo que aún se conserva, cuya valía radica principalmente en las piedras que le conceden la altura que ostenta. En sus paredes de piedra se encuentran cabezas talladas.

En el centro de este sitio semi-subterráneo se encontraba un impresionante monolito tallado, que fue descubierto por el arqueólogo estadounidense Bennett, alrededor de los años 1940, por lo que lleva su nombre.

La calidad de las estelas que ostenta es impresionante, empezando por la Puerta del Sol, que ocupa el espacio de unos 100 metros, su espesor es de unos 40 cm y su altura alcanza probablemente a algo más tres metros.

Como se podrá apreciar en esta obra, como en las restantes de Tiwanaku, no existe el círculo, las estelas que posee se caracterizan por tener sólo líneas rectas. De acuerdo con explicaciones de expertos en la materia arqueológica, los andinos, al igual que otras culturas antiguas, no conocían o subestimaban el círculo, de manera que en las reliquias que dejaron a la posteridad no existe esta figura geométrica.

Puede que ello tenga que ver con las diferencias sexuales del pasado, en la modernidad el círculo es representativo de la mujer, por su belleza y significado.

A propósito, el recordado y eminente escritor nacional don Fernando Diez de Medina expresó, en su memorable libro “Tiwanaku: capital del misterio”, que “El modelado geométrico y simétrico de la estatua (el monolito Bennet) es el velo que encubre la ciencia oculta de los visionarios de Tiwanaku. Todo comprimido, resumido en trazos y medidas que evocan la certeza matemática del rigorismo pictagórico; y, sin embargo, una latencia de orden abierto que parece dilatar los horizontes, advirtiendo que detrás de cada línea hay otras líneas invisibles, desconocidos enigmas, mundos irrevelados que el hierofante andino presiente, mas no puede transmitir porque está prohibido difundirlos”.

Como se podrá apreciar, el enigmático Tiwanaku ha merecido estudios de distinguidas personalidades de la cultura nacional e internacional, sin que, empero, ninguno hubiera dicho la última palabra sobre su antigüedad. El misterio seguirá vigente por los tiempos de los tiempos, pero ningún boliviano deberá ignorar su trascendencia cósmica, por lo que todos tienen el reto de visitarlo y admirar tan imponente herencia patria. Diez de Medina tuvo el acierto de darle el denominativo de “Capital del Misterio”.

Por todas estas motivaciones, es imperativo que se construya un cerco en torno a las ruinas de Tiwanaku, en primer término por su trascendencia histórica y, en segundo, porque en una reciente visita que hice al lugar, siempre lo hago por lo menos una vez al año, vi que un par de personas escarbaban en el entorno de las ruinas, no establecí cuál era la razón, pero puede suponerse que podría seguirse encontrando restos de las ruinas, ya sea para guardarlos como tesoro propio, pero lo más probable para venderlos.

En todo caso, cualquiera fuere la razón para tal trabajo, lo mejor es cercar las ruinas y hacer que su ingreso y salida sea controlado debidamente, no precisamente para cobrar algún ingreso, sino fundamentalmente para preservar las ruinas, pues tienen que ser conservadas para toda la eternidad.