Favio Mayta Chipana
Hoy continúa siendo un desafío avanzar hacia la igualdad y equidad de género en el área rural. Históricamente la dualidad y complementariedad del hombre y la mujer bajo la lógica aymara funciona muy bien mostrando una simbología social y cultural muy fundamentada y enraizada en las normas y procedimientos propios de las organizaciones campesinas y originarias de tierras altas. Sin embargo persisten las brechas de género que se vislumbran en la vida cotidiana.
El principio constitucional de igualdad de género estipula que hombres y mujeres son iguales ante la ley, es decir que todas las personas sin distinción alguna tenemos los mismos derechos y deberes frente al Estado y a la sociedad. La equidad de género significa que tanto hombres como mujeres tienen la misma posibilidad de goce del ejercicio pleno de sus derechos, pudiendo contribuir con el desarrollo nacional, político, económico, social y cultural. La equidad de género implica que mujeres y hombres tengan las mismas oportunidades y reciban el mismo trato. El concepto de género no se refiere exclusivamente a las mujeres o a los hombres, existiendo varias normativas nacionales e internacionales al respecto.
Las relaciones entre mujeres y hombres en el área rural andina se basan en el chacha-warmi (hombre-mujer), un concepto utilizado en la cosmovisión andina en general y especialmente en las culturas aymara, quechua y uru. El chacha-warmi se refiere al código de conducta basado en los principios de dualidad y complementariedad como pilares fundamentales del desarrollo de la familia y de las comunidades andinas.
Las políticas públicas nacionales alusivas a esta temática si bien están aprobadas, no están siendo aplicadas y cumplidas en su totalidad por diferentes factores, un ejemplo claro es el escaso presupuesto municipal destinado para género y generacional en los POAs municipales o la falta de personal dentro de los gobiernos locales para el trabajo de estas temáticas sociales, además de que no existe una coordinación estrecha sobre conflictos de funciones y competencias jurisdiccionales (tierras, violencia, discriminación, etc.) con las organizaciones campesinas y originarias. Estos problemas y conflictos a nivel personal y colectivo han quebrado las fronteras y se ha generalizado en todos los municipios y territorios sin distinguir y diferenciar lo urbano y lo rural, la diferencia solo radica en los porcentajes de violencia que existen en cada municipio.
El sistema municipal, nacional y las organizaciones matrices de tierras altas no han logrado solucionar demandas históricas de las mujeres. Hay considerables distancias entre los imaginarios y las vivencias concretas a nivel familiar y a nivel de las comunidades. Aún persisten acciones de discriminación, exclusión y marginación hacia las mujeres, hombres y jóvenes en los espacios de toma decisión de las comunidades y organizaciones IOC.
Hoy en día se evidencia el quiebre existente entre el modelo normativo ideal y su correlato vivencial en las prácticas cotidianas de las relaciones de género en las comunidades rurales. El chacha - warmi como modelo filosófico, como un deber ser que organiza la vida en su sentido pleno, es portador de una enorme fuerza renovadora y revolucionaria, no sólo en la construcción de las relaciones de género, sino también en las construcciones de las relaciones político, socio-culturales, económicas, medio ambientales de las comunidades, más allá de las constituidas en el área rural.
La existencia de brechas de género y las normas legales y procedimentales no han solucionado varios problemas y conflictos, por lo que aún se cuestiona la equidad de género del mundo aymara. Sin embargo, las organizaciones campesinas y originarias mantienen la dualidad en la participación de mujeres y hombres al interior de sus instituciones, aunque falta avanzar y fortalecer el empoderamiento, ejercicio de derechos y el autogobierno en base a la dualidad de cargos de las organizaciones IOC de distintos niveles de gobierno (Comunidad, Ayllu, Marka y Suyu).
También existen avances que se muestran por el trabajo de instituciones públicas, privadas y las mismas organizaciones originarias y campesinas que trabajan en el tema, los espacios de reflexión, análisis y debate en torno a las relaciones de género y ejercicio de los derechos y deberes de las mujeres y hombres han logrado sensibilizar e informar sobre la situación y problemática de esta relación del chacha - warmi. Las escuelas de líderes y lideresas de diferentes edades que se han impulsado por diferentes instituciones en los municipios rurales han contribuido en la toma de conciencia del rol y la importancia de estos espacios de formación que generen información y sensibilización sobre temas sociales en el marco del respeto de las normas y procedimientos propios de las organizaciones IOC y enmarcados en las dinámicas de los contextos sociales y culturales de cada territorio.
El chacha-warmi como propuesta puede constituirse en un modelo a ser reconstruido, desde un nuevo feminismo allende a nuestra realidad, que ponga énfasis en el principio de complementariedad y reciprocidad y aborde desde otro punto de partida el principio de dualidad con toma de decisiones equitativas. Por lo tanto se debe fortalecer a la propuesta de las feministas autónomas, de recuperar el principio del chacha-warmi como un valor, como principio ancestral, como propósito y no como categoría de realidad, que considere también trabajar las relaciones de género, desde la familia y la comunidad para, en un proceso de cuestionamiento, no solo como lucha de género, sino también como lucha étnica y de clase, en alianza entre mujeres y hombres.
El autor es sociólogo de CIPCA Altiplano.
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