La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) , dirigida por Wimar Arancibia, y la Sociedad Coral Boliviana, a cargo de Mateo Barrientos, ofrecerán esta noche y mañana el concierto conjunto del "Requiem” , del célebre compositor Wolfgang Amadeo Mozart, a partir de las 20.00 horas, en el Centro Sinfónico.
La Misa de Réquiem en Re menor es una de las grandes obras de la música sinfónico-coral, notable sin duda por su calidad artística, pero también por constituir una obra rodeada de un halo de misterio, misticismo y múltiples leyendas desde su creación, que la ayudó a convertirse muy pronto en otro de los grandes éxitos póstumos de este autor y de la historia de la música universal.
En diversas ocasiones se ha descrito el instante concreto del encargo de la pieza y los últimos momentos de la creación de esta magnífica obra, recreando en ambiente romántico y recargado de detalles inventados, como ocurre en la famosa película de Milos Forman Amadeus: un cúmulo de desatinos, exageraciones, leyendas e invenciones que colocan a Mozart en una tesitura de inmaduro, débil mental, de risa bobalicona y superado por las circunstancias… pero, sin embargo, la realidad del encargo de la Misa de Requiem no fue por iniciativa de la masonería de la cual Mozart era miembro activo, ni por encargo del vilipendiado maestro Salieri, tampoco a causa de la visita del espíritu del difunto padre de Mozart… sino que nuestra historia comenzó cuando un enigmático personaje vestido de negro (un lacayo del conde Franz von Walsegg, según se supo después), que se presentó en julio de 1791, en casa de Mozart, cubierto por una máscara y solicitándole el encargo de una misa de Requiem, dejándole la libertad del precio que cobre, pero con la condición de que no revelará sobre quién le indague sobre la persona que le hizo el encargo.
Esta situación, fue un desahogo económico para Mozart, pero también un detonante que provocó, en cierto modo, el pronto desenlace de su vida, ya que su deteriorada salud (probablemente a causa de una insuficiencia renal) y su sugestionable mente, fueron formando la macabra idea de que estaba componiendo la música para su propio funeral, encargada por un emisario de la misma Muerte.
De esta forma, el lacayo del conde Walsegg importunaba a Mozart y requería con insistencia la conclusión del Requiem, ya que la verdadera intención de su amo era copiar esta sublime partitura de su puño y letra y atribuírsela como suya (tal y como ya había hecho en otras ocasiones) para interpretarla en el funeral de su esposa.
Empero, este truco tan ruin le salió mal al conde Walsegg, ya que a la muerte de Mozart, el noble fue llevado ante la Justicia por esta perversidad y perdió el juicio frente a la atenta mirada de la sociedad austriaca, con lo que el compositor quedó quedando humillado públicamente frente a toda Europa y ante la historia, aunque luego ésta fue restablecida en su veracidad y contenido.
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