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[Alberto Zuazo]

Agresiones contra la ciudad


La ciudad de La Paz no deja de ser víctima de agresiones de sus propios habitantes, a menos que sea gente foránea que le tiene antipatía o que le causan desagrado sus atractivos, por no ser igual a los suyos.

Cuando se tiene la opción de viajar por diversidad de ciudades del exterior, es posible concluir que La Paz es excepcional por su topografía, sus vías urbanas de subida y bajada, así como las particularidades que exhibe en sus construcciones, aunque en este orden está cambiando por las “torres” o edificios cada vez de más altura.

Cuando se dice que La Paz es una “hoyada”, es decir una hondonada, efectivamente se está expresando que es un caso excepcional, al menos cuando se trata de capitales, porque se encuentra en cierta profundidad, lo que se pone de manifiesto porque está rodeada de cerros, colinas o montañas.

Inclusive tiene el privilegio de tener entre estos espacios altos el maravilloso nevado denominado Illimani, el cual adquiere esta connotación por la forma que tiene, de constituir un cono inmenso cubierto de hielo, aunque con pesar tenemos que reconocer que está perdiendo su espesor o sea los espacios terrenales que se hallan cubiertos de hielo.

A pesar de vivir en una ciudad de tan excepcionales características o visitarla, no falta quienes la agreden o conspiran contra ella de diversas formas. Pintarrajean sus paredes, instalan calaminas viejas, con sarros y tampoco las usan para que guarden cierta proporcionalidad entre las mismas.

De esta manera perversa, ignorante o desidiosa se maltrata la apariencia de una ciudad capital. En buena medida, se muestra la calidad de los dueños o de las personas que acuden a este medio, cuando tienen que cubrir ciertos espacios u obras en ejecución.

Al abordar este asunto, resulta muy justificado recordar la memoria de un eminente ex alcalde que tuvo La Paz, don Mario Mercado, quien aprobó una resolución municipal que dispuso que si hay necesidad de utilizar calaminas por alguna razón o necesidad, éstas tienen que ser forzosamente nuevas y, además, ser pintadas con colores íntegros.

Se procedió a cumplir la ordenanza colocando solamente calaminas nuevas, pues la Fuerza Aérea había pedido que sean apropiadamente pintadas, pues el brillo de las calaminas nuevas afectaba a los pilotos de las aeronaves que volaban sobre la ciudad para aterrizar en las pistas de El Alto, en ese tiempo cuando no era todavía reconocida como ciudad.

En la actualidad, con mayor razón se tiene que proceder de esa manera, para garantizar el sobrevuelo de aviones sobre la ciudad, los cuales cada vez se desplazan a mayor velocidad y también son más numerosos.

Los pilotos explicaban entonces que no siempre se les cegaba la vista cuando volaban sobre La Paz, sino cuando inclusive se hallaban en los límites próximos a ella, en la ahora ciudad de El Alto, por encontrarse en ellas las pistas de aviación.

Es probable que buena parte de la población de La Paz, si acaso no resulta ser la mayoría, trata de cuidar el buen aspecto de los inmuebles y por ende de la ciudad. Y si hay familias o personas que no se percatan de este detalle, es hora de que lo hagan, no sólo por dar mayor calidad a su hábitat, sino por cuidar básicamente un bien público, con mayor razón cuando se trata de una ciudad y más todavía por tener el excepcional privilegio de residir en La Paz.

 
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