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[Severo Cruz]

Gozará siempre de buena salud


La historia del periodismo es el resumen de los momentos dolorosos que ha vivido el pueblo boliviano durante los regímenes militares que culminaron el 10 de octubre de 1982.

No fue tarea fácil ejercer aquella actividad, en tiempos que la democracia y la libertad estuvieron arrinconadas, por el autoritarismo, fenómeno regresivo de todos los tiempos.

“Los gobiernos dictatoriales tuvieron a la prensa como el blanco de sus ataques por denunciar los abusos de poder. Muchos de los periodistas en el gobierno del general Hugo Banzer Suárez fueron torturados y exiliados. Periodistas de EL DIARIO, Presencia y del entonces Hoy, fueron enviados al exilio sin ninguna razón”, recordó el director Ejecutivo de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), Juan Javier Zeballos (1).

Una mayoría ha sufrido, como bien sostiene Zeballos, el hostigamiento, permanente y sistemático, por haber disentido con quienes representaban ese sistema gubernamental. Muchos fueron vejados, desterrados o muertos, en situaciones desconocidas. Y había mayor desconfianza con respecto a comunicadores que procedían de las minas. Se los tildaba de “rojos” o de elementos peligrosos.

Ante una conminatoria que obligaba a los medios de comunicación privados a difundir la política gubernamental, en dictadura, mediante las famosas “cadenas” o cosas parecidas, había que darse modos para ofrecer información objetiva e imparcial, a fin de preservar la línea independiente. En consecuencia: hacer periodismo en aquellas jornadas fue heroico. Había que cumplir la labor cotidiana con “el testamento bajo el brazo”.

“La sociedad debe darse cuenta, debe estar consciente de que sin la prensa independiente no existe democracia. La libertad de prensa y de expresión son fundamentales para que exista democracia, sin ello no hay democracia, porque la gente pierde la capacidad de expresarse, criticar y condenar, y la prensa pierde la facultad de investigar y de informar adecuadamente, especialmente sobre los abusos e incorrecciones de las autoridades de Gobierno”, acotó, asimismo, Zeballos (2).

Al margen de la censura oficial, se estilaba la autocensura. Una que provenía desde las altas instancias de un órgano de difusión particular. La dictadura, entre tanto, mediante sus dependencias respectivas, realizaba un seguimiento a la tarea periodística, valiéndose del monitoreo diario.

Los políticos en democracia asumieron el Poder respaldados por un programa a realizarse. Surgieron de las urnas y no de la acción de las armas. Surgieron con el respaldo de la prensa, de la radio y la televisión, que difundieron sus mensajes, sus propuestas e inquietudes, de manera gratuita, en la mayoría de los casos. Por lo tanto: el reconocimiento a esa actitud de desprendimiento periodístico, se debería traducir en ofrecer plenas garantías para su actividad. Garantías, sin cortapisas, desde las altas esferas del Estado boliviano. Ciertamente que una señal de gratitud honra a las personas e instituciones. Contribuye a construir un país diferente al del pasado mediato.

En suma: la democracia con libertad de prensa gozará siempre de buena salud.

(1) Juan Javier Zeballos: “Rol de la prensa fue fundamental para recuperación de la democracia”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 10/10/2008.

(2).- Ídem.

 
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