Entre mandatarios afines siempre habrá cercanía y solidaridad, por lo menos en el discurso, pero a la hora de la verdad “no todo lo que brilla es oro”. El presidente Morales siempre será bien recibido por quienes como él o llevan muchos años en el poder o tienen amplio horizonte de tiempo para manejar con mano dura a sus pueblos: Vladimir Putin y Xi Jinping, de Rusia y China. Ambos consideran a Bolivia en el plano estratégico o geopolítico, que no comercial y menos socio económico, y son condescendientes con nuestro presidente porque cuentan con menos países dispuestos a estrecharles las manos en Latinoamérica.
De ahí que, en líneas generales, la gira presidencial por el Asia y Holanda tuvo mucho de protocolar y distractivo, esto último sobre todo por el Mundial de Fútbol de Rusia, cuya aparatosa inauguración no podía perder –como en anteriores eventos mundiales- el Primer Mandatario. Si las buenas intenciones de palabra y texto fueron más ratificatorias que novedosas, el periplo no tenía mayor importancia ni urgencia. Por ello el breve apretón de manos con Putin y una mejor acogida china.
No está demás referir algunos “logros” obtenidos. Sobre Rusia los analistas destacan como importante la promesa de Gazprom de invertir -todavía sin fecha- alrededor de $US. 1.200 millones en el campo Vitacua, intenciones firmadas ya en 2016. La otra perspectiva tratada en Moscú es una posible sociedad, bastante confusa, entre la rusa Acron y YPFB. Confusa porque se habla de participar en dos plantas de urea en Brasil, ahora paradas, para comerciar fertilizantes en ese mercado, para lo que se necesita que Bolivia provea gas a esas plantas. No se entiende cómo si Bulo Bulo pretende vender urea y amoniaco al Brasil se asocie con un potencial competidor o más bien se trataría de encubrir el cierre de producción de la esa planta nacional. Además Bolivia tendría que aportar un capital a Acron. Capítulo, por cierto, nada claro.
En China las ofertas y los compromisos vagan en el aire. Evo Morales ofreció la venta de soya, quinua, café y carne vacuna. Por supuesto, el interlocutor asiático aceptó, pero al parecer el ofertante no conoce los volúmenes de la producción nacional en esos rubros. El mercado más grande del mundo, China, es obvio que requiere envíos considerables y no a un nivel modesto, con los que a ciencia cierta ni siquiera contamos. La soya -de la que somos productores chicos- ha sido observada por los químicos poco recomendables usados, por tanto está descartada. La carne será analizada in situ por los posibles compradores, siempre que contemos con excedentes exportables. Las cosechas de quinua han mermado y del café no vale la pena ni hablar.
El balance de este viaje es demasiado costoso para el país, con nada o poco objetivo y palpable.
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