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[Armando Mariaca]

Es urgente parar asfixias al país


Hace pocos días, el gobernador de Santa Cruz, refiriéndose a las mermas que ha sufrido como departamento en sus ingresos por el IDH, regalías, etc., etc. ha pedido que “el gobierno pare la asfixia aplicada”. La frase, oportuna dada la situación, muestra que no solamente Santa Cruz, como principal productor en la economía nacional, sufre una especie de asfixia sino que es mal atribuible a todos los departamentos que, de una u otra forma, sufren las consecuencias de la pobreza que se ha acentuado en los últimos años.

Pero, cuando se trata de asfixia, no sólo la referencia tiene que ser al campo económico-financiero sino a otros aspectos de la vida nacional, porque, contrariamente a los primeros tiempos del actual régimen (años 2006 y 2007) ha cambiado mucho el comportamiento del mismo gobierno porque ha contradicho sus iniciales promesas y compromisos en sentido de gobernar para todos los bolivianos, sin discriminaciones de ninguna clase. Imbuido de mucha soberbia, adquirió la costumbre de creer que los componentes de su partido, encabezado por ambos mandatarios “saben todo y tienen razón para todo; que los bolivianos no toman en cuenta que las políticas de cambio impuestas son las que deberían primar para todos”.

Grave error porque el inicio de sus yerros empezó bajo parámetros de esa creencia equivocada porque, en la historia de la humanidad, jamás hubo gobierno perfecto como tampoco hubo hombres perfectos y menos políticos perfectos; cada quien, a su modo y circunstancia, ha cometido errores y no siempre ha sabido reconocerlos y menos enmendarlos porque, muchas veces, poseedores del poder político, creen haber alcanzado “el sumun de la sabiduría y las posibilidades para gobernar el país como jamás se lo hizo en el pasado”. Lo grave de estas creencias es que ni para propio beneficio han podido reconocer sus errores y menos rectificarlos y de ahí que se sumieron en una vorágine de la cual no pudieron ni quisieron salir y se adentraron más en lo que no debían.

La permisividad que dan la soberbia y la petulancia dio lugar a que se confíe más de lo debido en el propio entorno, en quienes anunciaron lealtad o simplemente la prometieron impulsados por intereses y conveniencias creados e imbuidos de creer que pueden obrar con inmunidad e impunidad para que las leyes no los alcancen “porque, creen que esas leyes fueron creadas solamente para los neoliberales o los partidarios del capitalismo o del imperio”, situación en que ellos “jamás ingresarían”, aunque su característica es ser capitalistas.

Lo grave de estas políticas de gobierno es que se ingresó en campos que asfixiaron a la mayoría de los bolivianos, excepción hecha de quienes están en “el partido” encargados de practicar todo lo que contente a quien les otorgó confianza y crédito. Todos ellos, entendieron mal la intención y muchos de ellos ingresaron en campos de la corrupción al defraudar a sus mandantes utilizando los dineros confiados para la concreción de bienes destinados al pueblo y éste es, el caso de personas que cometieron muchos actos deshonestos a costa de la confianza del Presidente o de sus ministros; personas que “se prestaron” para ocupar funciones importantes en el Ejecutivo sin contar con la preparación, la idoneidad y capacidad requeridos; otros que, “consecuentes con las políticas de cambio” creyeron que ellas eran sólo a favor de grupos allegados al régimen y se concretaron a apoyar y tener conductas contrarias a la Constitución y las leyes.

Hay, pues, en la vida de los bolivianos, angustias que asfixian, que lastiman y preocupan, porque la asfixia no solamente se refiere a los problemas o carencias financieras, sino a todo lo que involucra el diario vivir del país y que, de una u otra manera, afecta al pueblo porque lo tiene preocupado y hasta angustiado por los diversos problemas que han resultado excesos: exiliados políticos, persecución a dirigentes regionales, dispendios financieros, mayor endeudamiento y crecimiento de los déficits, adquisiciones que no se sometieron a licitaciones, crecimiento del contrabando, falta de empleo, accionar cada vez mayor del narcotráfico, aumento de crímenes, asaltos y violaciones, actitudes contra los derechos humanos, exigencias de sectores sociales que llegan a extremos, causando angustia en la población, y, para colmo, incompetencia de “diplomáticos” que representan al país en el exterior y que debían cumplir funciones que generalmente atiende el Presidente como parte de sus múltiples viajes.

Hay asfixia porque no se hace gestión ni se administra el país en marcos de institucionalidad; hay preocupación por lo que debería hacer el gobierno y no lo hace y que deja hacer y pasar mucho de lo que hacen sus colaboradores y componentes de su partido. Asfixiar al país con tantos problemas y angustias no es correcto porque el gobierno, con la autoridad que le confiere las leyes, puede corregir sus propios yerros y cambiar rumbos con miras a enmendar lo malo que se hizo. Hay angustia asfixiante porque no se quiere aprobar una amnistía para quienes se vieron obligados a abandonar el país, para los que han sido exiliados y para los que sufren juicios por imputaciones alejadas de la verdad; hay también preocupación porque no se adoptan medidas para recuperar, por ejemplo, las barcazas que han costado fortunas, etc., etc.

Mucho de lo malo ocurrido y que requiere remedios no siempre se puede atribuir al gobierno; pero, éste puede dar los pasos para corregirlos y darles el cauce que corresponda.

Detallar lo malo ocurrido no debe tomarse como enrostramiento al gobierno sino como recordatorio de lo que, parece, hubiese sido olvidado y que no está lejos de la angustia asfixiante que sufre el pueblo que no puede ni debe permanecer indiferente con lo ocurrido.

 
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