Hasta ahora la mediación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua y la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA no dio resultados por la renuencia del régimen o por la continuidad de la violencia contra la población del régimen de Daniel Ortega. Así quedaron frustradas las esperanzas de la Alianza Cívica de llegar a la paz y a la democratización del país. Concretamente el Consejo Permanente de la OEA propone se fije elecciones de los poderes Ejecutivo y Legislativo hasta marzo o a más tardar en agosto del año 2019. Para el Gobierno la convocatoria a la elección violaría la Constitución.
El régimen tiranicida interrumpió el diálogo alrededor del día 12 del presente mes, optando por una mayor represión. Al presente se abrió otra ronda de diálogo en tres mesas, pero es más probable que el Gobierno –si así puede llamarse- la cancele o interrumpa más pronto que tarde. Hasta el 12 de los corrientes, la CIDH estableció in situ 212 muertos, incluido un bebé, 1.337 heridos y 507 detenidos, después de un minucioso estudio y decenas de testificaciones. Al presente se calcula que el número de bajas superaría las 240.
Los ataques de Las fuerzas policiales, parapoliciales y grupos armados al servicio del régimen se han centrado en los barrios del oriente de Managua y contra las Universidades del país, en muchas de éstas los estudiantes se han atrincherado y resisten pese a sus bajas.
Nicaragua sufre el conflicto sociopolítico más sangriento desde los años 80, cuando también ocupaba la presidencia Ortega. A la mortandad se añade prácticamente la paralización de un país que no se encuentra entre los desarrollados de Latinoamérica, con índices graves de pobreza y marginalidad, pero a los populistas en el poder no les inquieta esa realidad ni las tragedias que siembran. La sangrienta dictadura está acusada por su pueblo de corrupción, absorción de los poderes del Estado, instauración de una monarquía (Ortega Presidente y Vicepresidenta su esposa Rosario Murillo) y atentados contra los Derechos Humanos: común denominador del populismo.
En efecto, los gobernantes del Socialismo del Siglo XXI llegan al poder a través de la democracia, corrompen y se corrompen, para mantenerse sin límite instrumentalizan las instituciones y no dudan en reprimir sangrientamente a sus pueblos. Esa es la imagen real de Venezuela y Nicaragua. El poder por el poder sin tasa, atajo ni medida. Afrenta a la vocación democrática de Bolivia que el Gobierno, dándole la espalda, apoye a la dictadura de Nicaragua, como lo hizo con Maduro y aplauda al genocida de Siria, Bashar al Assad.
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