José Carlos García Fajardo
Durante mucho tiempo se afirmaba que las enfermedades cardíacas eran propias de los países industrializados y que no afectaban tanto a los pueblos empobrecidos del Sur. Este dogma ha caído por tierra ante los datos de la Federación Mundial de Cardiología que ha alertado a la OMS para combatir estas enfermedades que se incrementan de manera galopante.
Esta diferencia, con ciertas variaciones, se mantiene hasta nuestros días porque las guerras por diversos motivos y no sólo por la codicia de sus recursos, se han añadido a los abusos que llevó la colonización europea: Las cardiopatías han sido responsables de 10 millones de muertos en los países del mal llamado Tercer Mundo contra 6 millones en los industrializados del Norte sociológico.
El profesor Edmond Bertrand, consultor de la OMS y profesor universitario en Abidján y en Toulouse, descubrió preocupantes tendencias epidemiológicas. Mientras que disminuye la mortalidad general (por incremento de la esperanza de vida, aumenta la mortalidad por enfermedades cardíacas hasta el punto de alcanzar el 1º o el 2º puesto entre los adultos, superando, en algunos países las infectocontagiosas como la tuberculosis o el SIDA.
En los países empobrecidos del Sur se yuxtaponen las enfermedades cardíacas propias del subdesarrollo y las del desarrollo incrementando la mortalidad, las hospitalizaciones prolongadas y las incapacitaciones permanentes en los adultos, así como la falta de escolarización en los niños que resultan más afectados en África que en Europa.
Entre las enfermedades ligadas a la pobreza, las denominadas reumáticas causadas por un microorganismo, el estreptococo, alcanzan el 40% en el conjunto de las cardiopatías y hasta un terrible 70% en los niños. También lo son las debidas a la anemia y a la malnutrición.
Entre las consideradas propias de los países desarrollados, como la hipertensión arterial, afectan a un 25% de la población y a un 40% de las personas mayores de 50 años. Las hemorragias cerebrales son más frecuentes entre los africanos que entre los europeos, mientras que el infarto de miocardio está en plena expansión ante el asombro de la comunidad médica.
Los epidemiólogos explican esta evolución de las cardiopatías por una transición demográfica, la esperanza media de vida ha pasado de 41 años a 64 en estos países, por una transición sociológica, urbanización mal controlada en la que las condiciones de vida son más nocivas que en el medio rural originario, y por una transición económica desordenada (la adopción de un sistema de vida y de alimentación occidental).
Así, mientras que en los países ricos esas enfermedades están más controladas desde hace décadas, en los países pobres se incrementan a la par que los factores de riesgo: disminución de la actividad física, alimentación más rica en sodio y en grasas y menos rica en frutas y legumbres, el tabaquismo se ha incrementado en más de un 40%, así como el consumo de alcohol. Durante siglos caminaban kilómetros para obtener sus necesidades de comida, de agua o de combustible, la caza, y comían muchos más vegetales, verduras, frutos de la tierra etc. A todo esto hay que añadir que, antes del éxodo del campo a las grandes ciudades atraídos por la forma de vivir de los colonizadores y desde hace años, por lo que ven en ese “Dorado” que les llevan los medios comunicación electrónicos y ya antes el cine, radio y Tv, vivían en contacto con los montes y con las grandes extensiones, los arroyos, las actividades al aire libre y caminando mucho, y en las ciudades viven hacinados en viviendas insalubres, ya no caminan como antes ni viven en contacto con la naturaleza.
Algo inimaginable hasta ahora es el creciente fenómeno de la obesidad que puede coexistir con la mal nutrición… Otro factor de riesgo, a menudo vinculado a la obesidad, es la diabetes que incrementa el riesgo cardiovascular.
Ante esta especie de plaga, la OMS desde hace más de una década recomienda la prevención, aparte de los tratamientos médicos y de las intervenciones quirúrgicas donde sea posible… El desafío está planteado porque las enfermedades cardíacas pesan cada vez más sobre la salud pública de los países africanos en los que la realidad, como dice el profesor Bertrand, ha reemplazado al dogma que reinaba hasta ahora: “los pobres no mueren del corazón sino de hambre, la hipertensión como las depresiones debidas al estrés son patrimonio de los ricos”. Los hechos demuestran que no es así y que los males, en lugar de compensarse, muchas veces se incrementan con un choque de culturas que parte de la imposición y del desarraigo en lugar del dinámico mestizaje cultural.
El autor es Profesor Emérito UCM.
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