Fuentes de origen extraoficial han difundido la noticia de que la Corte Internacional de Justicia de La Haya estaría estudiando la posibilidad de emitir en forma anticipada su sentencia sobre el asunto marítimo planteado por Bolivia y que, así mismo, adelantaría su decisión sobre la demanda chilena en relación con las aguas del Silala.
En cuanto al primer asunto, se anticipa la posibilidad de que Bolivia gane en su demanda concreta con una sentencia en sentido de aprobar el pedido de que los dos países ingresen en negociaciones diplomáticas “con buena fe” para resolver el problema, forma que llevará posiblemente mucho tiempo para conocer sus resultados, vale decir que de inmediato el problema del enclaustramiento de Bolivia no se arreglará a corto plazo.
Con referencia al segundo asunto, o sea el de las aguas del Silala, parece que el trámite va a seguir su curso normal, pues Bolivia ha decidido dar curso libre a la demanda chilena, limitándose a solo presentar una contramemoria y no una contrademanda similar a la de Chile. Este trámite podría tardar en resolverse alrededor de un año, previos los alegatos del caso de cada parte.
Como ya el trámite ante el tribunal de La Haya está en su hoja de ruta regular, se puede hacer algunas consideraciones. En efecto, si la CIJ de La Haya falla, como sostiene Bolivia, que las aguas del Silala son solo manantiales y no son un río, obtendría un triunfo innegable y dispondría de ese recurso natural con todos sus beneficios.
Pero en caso de que Chile ganase el pleito, y se defina que esas aguas son un río y, a la par, un derecho humano universal como sugiere el gobierno boliviano, etc., Chile tendría un éxito definitivo, pues la decisión es inapelable y la considerará irrevisable, tanto como el Tratado de 1904. En cambio, si Bolivia pierde, los daños y problemas que enfrentará son incalculables. Primero, se tratará de una derrota política y diplomática inmensurable para Bolivia, tan grave o peor que la del Tratado de 1904. Será peor aún, ya que perder agua es igual o peor que perder territorio, pues el agua es algo que vale más que el territorio. A la vez, la mitad de las aguas, sino todas, de propiedad de Bolivia pasarán a propiedad de Chile.
Enseguida, para Bolivia no será posible reclamar la deuda histórica ni podrá utilizar las aguas existentes a no ser que sean realizadas nuevas negociaciones. Tampoco se podrá cobrar por esas aguas, como alguna vez ofreció Chile. También se perderá otros incalculables beneficios. No es posible calcular el daño político que causaría dicho supuesto fallo desfavorable a Bolivia, que llegue a dictarse, ni el beneficio que obtendrá el país cisandino.
De ahí que las actuales autoridades deben esmerarse de inmediato en defender las aguas del Silala, que pertenecen a Bolivia de manera absoluta, adoptando medidas oportunas y acudiendo a recursos no tomados en cuenta y que tiene a mano, pero que, al parecer, no están siendo aprovechados, siendo los únicos que pueden salvar a Bolivia de una derrota como la de 1879.
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