A diario se advierte que por lo menos en La Paz se hace patente la carencia de educación social, la cual consiste en el trato que se dan las personas, sin necesidad de que se conozcan.
La demostración de esta deplorable situación se produce especialmente en los medios del transporte público. Se trata de una exigencia mínima pero esencial, como es el saludo y responder cuando se produce el mismo.
En el pasado, la educación social que se impartía a los niños y estudiantes en general era tan importante como enseñar la aritmética, el lenguaje o la historia, por citar unas cuantas materias de estudio.
Todos tienen que considerar que el trato público es vital para la buena marcha de una población, puesto que de él depende que haya respeto y estima entre los habitantes de una población, cualquiera sea su dimensión o condición, urbana o rural.
La práctica o ejercicio de la educación social no sólo tiene que producirse en la familia, en los centros de trabajo, en los medios de educación y formación profesional, sino también en el tránsito peatonal y, en especial, cuando se ocupa un servicio de transporte, donde se produce un acercamiento personal excepcional.
La relación incidental que acontece en tales oportunidades es propicia para estimular la buena convivencia social de los habitantes de un espacio urbano o rural.
Los seres humanos que habitan en esos lugares implícitamente se constituyen en una familia, pues se comparte de forma similar la atención en satisfacer sus necesidades públicas.
En particular, cuando se emplea un transporte público, pues incluso están corriendo igual suerte con que todo concluya en términos regulares, pero en ocasiones la adversidad colectiva surge cuando se corre el mismo destino, sea en la integridad física o anímica, pues en los dos casos a cada quien le puede suceder lo mismo que a otro o a todos los ocupantes.
Oportunidades de esta naturaleza, de forma casual, hacen que se comparta las mismas perspectivas, en cuanto a que todo concluya en forma normal o que un imprevisto, como un accidente de tránsito, puede afectar a todos los ocupantes o a algunos de ellos. Entonces, lo que se tiene que poner en evidencia es la solidaridad parcial o total de todos.
Empero, la educación social se extiende en general a todos los campos de la vida humana, de modo que unas veces cada quien puede ser el favorecido con ella o, en otras, el destino o la suerte puede ser distinta, a pesar de lo cual, si la oportunidad lo demanda, ella tiene que ponerse de manifiesto de manera instintiva, pero también consciente y/o solidaria.
Por último, la educación social nada cuesta, a las personas que la practican no las enriquece o beneficia en algo, pero tampoco las afecta, perjudica o daña. Lo único que sucede es que cada quien puede sentirse satisfecho o a disgusto de pertenecer o no a una sociedad donde ella es parte invariable del comportamiento de todos, sin demanda ni beneficio alguno.
Por tanto, simple y llanamente se trata de tener una convivencia humana digna de valorar y compartir con racionalidad y exponerla en toda instancia que sea necesaria.
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