El llamado “gremialismo” que alberga a vendedores en mercados y a quienes no tienen empleo, pero venden lo que pueden, prácticamente ha invadido casi todas las ciudades del país; sus dirigentes alegan, con justa razón, que ellos “tienen derecho a vivir y, si no encuentran empleo ni otros medios para ganar el sustento, deben hacerlo en la calle”. El caso muestra que la pobreza se ensaña en mayor forma contra quienes no poseen un empleo ni perciben sueldo o salario alguno, que están abandonados a su suerte y que, hasta por razones de supervivencia, se ven obligados a “ser de la calle y vivir de la calle”.
Las condiciones de extrema pobreza han dado lugar a que la población se vea obligada a tomar algún camino; el primero, y que esgrimen muchos, es el de la delincuencia o medios para apoderarse de lo ajeno; el segundo, recurrir a la mendicidad para obtener algo que palíe sus necesidades; el tercero, reunir algún capital, comprar dulces o productos de fácil venta, y recorrer calles y plazas para venderlos; el cuarto y último, que es el que mayores “beneficios conlleva”, seguramente es conformar organizaciones que los apoyan y ayuden para que puedan tener “garantías” que les permita vender.
Los gremiales, especialmente en La Paz, sede de gobierno, son muchísimos y albergan en su seno a vendedoras de mercados, carniceros, vendedores de verduras, hortalizas y tubérculos por mayor y que también hacen el papel de intermediarios de vendedores rescatistas en las áreas rurales o en “abastos que venden por mayor”; panaderos y otros son parte de la organización que no pueden alcanzar oficio ni acceder a ningún trabajo; son personas que “luchan por su puesto en calles, plazas y avenidas”; en casos, pagan el impuesto llamado “sentaje” a los respectivos municipios para que “los agentes los dejen tranquilos”; en fin, se las ingenian para pasarla bien y para logar alguna utilidad que les ayude a solventar el alimento familiar. Hay casos en que “trabajan” los padres conjuntamente los hijos y todos son “vendedores callejeros”, de los que alguno se desprende y resulta mendigo “porque da más, especialmente cuando se sabe pedir”.
Pero lo grave es que los gremiales ocupan aceras y sitios destinados al transeúnte; muchas vías están copadas por ellos y la Alcaldía pretende ubicarlos en mercados y sitios de abasto; ellos alegan que ello sería restringir sus actividades y someterlos a “ganar miserias que no alcanzan para nada”. El problema, pues, es grave y doloroso y tendrán que ser las autoridades que, dialogando, encuentren los mejores remedios. Lo ideal, en general, sería invertir en el país, hacer que la producción crezca y que el mercado se nutra con lo que vendan intermediarios y vendedores ambulantes; pero no hay inversiones ni hay creación de fuentes de producción que remedien la falta de empleo; es, pues, tema para pensar y ver, honesta y responsablemente, soluciones urgentes.
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