En este mes de conmemoración, La Paz está huérfana de dirigencia cívica, por el nomeimportismo de la Brigada Parlamentaria Paceña, la solapada actitud de un masista con careta de dirigente cívico que fue apresado por la Policía y de otro masista falso dirigente de juntas vecinales, más las diarias marchas, bloqueos y huelgas callejeras que provocan caos vehicular y afectan el normal desarrollo de actividades de los viandantes.
A ello se suma el atropello a la estética del casco viejo de La Paz, con edificaciones faraónicas, como el Palacio de Evo o Casa Grande del Pueblo y el Legislativo Plurinacional, que costaron millones de dólares, aunque esos fondos podían haber sido empleados en construcciones de hospitales, escuelas o para aliviar la pobreza existente no solo en la ciudad capital, El Alto y las 20 provincias.
Ocurre también que plazas, parques, jardines, avenidas y calles de la urbe paceña han sido destruidas por las instalaciones de teleféricos que poca gente hace uso. El pueblo paceño y el alteño en justas electorales de 2005 dieron sus votos para que Evo Morales ocupe el Palacio de Gobierno, pero como retribución reciben mal trato del Gobierno y zancadillas a la gestión edil del alcalde paceño que trabaja por el progreso de la urbe; inclusive los enemigos de La Paz pidieron su revocatorio. Lo mismo ocurre con la dinámica alcaldesa de El Alto, ya que oficialistas trataron de expulsarla de su cargo.
Al parecer el alcalde Revilla fue influenciado para dictar la Ley de Diversidades Sexuales y los derechos de los llamados trans, lesbianas, gais y bisexuales, cuestionada no solo por las Iglesias Evangélicas que piden su revocatorio, pues la población muestra susceptibilidad al tratarse de escolares que puedan recibir enseñanzas sexuales.
Por otro lado, el gobernador departamental con escasos fondos no hace obras en provincias sumergidas en la pobreza, sin alcantarillado, luz, agua potable, caminos, aunque se afana para ser candidato en elecciones de 2019. El factor para esta postergación y debacle ha sido la partidocracia ineficiente y oportunista que ha reducido a La Paz a un botín electoralista para usufructuar del poder aferrándose a ella.
“La Iglesia católica en diciembre de 2017 rechazó la reelección indefinida de Evo y pidió respeto a los resultados de febrero de 2016, ya que se ha roto los principios básicos de la democracia, el respeto a las leyes, a la constitucionalidad y a la separación de los poderes del Estado”.
Y el pueblo con rendirá justo homenaje de admiración y respeto a La Paz y su Revolución del 16 de Julio de 1809, como orgulloso heredero de la rebeldía de sus próceres. El levantamiento en armas, con don Pedro Domingo Murillo a la cabeza, representa la universalidad del sentimiento libertario. Su encendido verbo revolucionario, presente en la famosa proclama de la Junta Tuitiva, fue una expresión de fe en el futuro de dignidad y justicia para el Alto Perú y los pueblos libres del continente. La estatura moral y patriótica de Murillo y los protomártires que compartieron su lucha y sacrificio se agiganta en la Bolivia de hoy.
Un pueblo empeñado en vencer la adversidad para vivir en democracia con justicia social, sin imposiciones dictatoriales, tiene en el símbolo murillano de la libertad un derrotero para que en el futuro el camino de la dignidad y orgullo nacional sea inseparable de la liberación de nuestro pueblo a través de un desarrollo favorable a las mayorías.
La justicia libertaria pregonada por el jefe de la revolución sigue vigente en el alma del pueblo, sin importar las derrotas obtenidas a lo largo del tiempo. La gesta libertaria de Julio marca un hecho de profunda conciencia histórica, ya que América se iluminó con la tea de Murillo y extendió sus luces más allá del Río de la Plata y muy cerca de los corazones latinoamericanos, que son ejemplo viril de lucha y emancipación.
La Paz, convertida en el núcleo de la nacionalidad, es vigilante infatigable de la democracia y la Constitución. Aquí viven y trabajan unidos los hermanos del interior del país, sin regionalismo, en torno a un mismo ideal, el de nuestro Señor Jesucristo.
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