La seguridad, educación en virtudes y el cuidado de la alimentación de los niños debe ser misión principal de la familia; cuidar la inocencia de ellos es algo que contribuye poderosamente a que tengan una vida sana psicológicamente y adquieran una vocación para rechazar todo lo que implique atentado a su vida y a la preservación de sus buenas inclinaciones. En todos los países hay disposiciones muy severas para cuidar a la niñez, la adolescencia y la juventud porque se trata de preservar la seguridad de la misma colectividad y la adquisición, por medio de la educación y el buen ejemplo, de buenas conductas, aptas para la vida en sociedad y capaces de conseguir grandes objetivos en la vida de los pueblos.
Muchas veces se cree que con dar educación en escuelas y colegios es suficiente y se olvida que la primera educación y formación en valores debe partir del hogar, donde se les prodigue amor, dedicación y buenos ejemplos; sin embargo, el hedonismo y las prácticas publicitarias dan lugar a que se utilice a niños en publicidad y propaganda para difundir las “bondades” de productos y, en casos, para incitar a personas con bajos instintos al mostrarles a niños y adolescentes en prácticas sexuales y de toda naturaleza.
Cuando las leyes se refieren a la seguridad de niños, ancianos y mujeres, lo hacen bajo el principio de que el ser humano debe ser amado y tratado conforme a lo que se quiere de ellos: vida plena, salud con atención permanente, educación en virtudes que se hagan valores y principios. Hay reglas claras al respecto en todos los países. Hace poco, se hizo anuncios en sentido de que el municipio de La Paz habría dispuesto medidas para evitar que niños, adolescentes y jóvenes sean utilizados para propaganda y publicidad que últimamente prolifera en muchos sitios de la ciudad, medios de expansión de modas y preferencias para mujeres y varones que no deben ser utilizadas mediante imágenes de niños; se dice que las previsiones municipales tendrían por finalidad evitar extremos que dañen a lo que más se precia en la vida de los hogares, como son los niños y que cualquier infracción sería sancionada; pero ocurre que muchas veces lo prohibido resulta ser lo más apetecido por quienes utilizan medios para propagar las “bondades” de productos o servicios.
Lo más grave de estas prohibiciones es que no hay control alguno para que se cumplan y, cuando se establece que se ha vulnerado las reglas prohibitivas, se las pasa por alto porque se aplica el dicho: “dejar hacer y dejar pasar” con la “condición” de que sea “por última vez”, que resulta ser práctica de siempre. Las autoridades que dictan normas deberían ser las primeras en exigir el cumplimiento de lo reglamentado y sancionar enérgicamente la contravención, de otro modo, el simple anuncio, sin hacer algo, se convierte en práctica permanente del delito o falta.
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