Bolivia dispone de varios documentos y libros como “El Mito del Silala” que demuestran técnica, histórica y geopolíticamente que no hay un río nacional o internacional que se genera en territorio boliviano para llegar a la nueva frontera con Chile. Esto se comprueba revisando los mapas hidrográficos de Chile editados entre el año 1700 hasta el 2001, que están en la biblioteca del Congreso de EEUU, en Washington D.C. En tales documentos no se encuentra algún río que se origine en territorio boliviano e ingrese a territorio chileno. Esto difiere de lo que supone el ex canciller chileno Heraldo Muñoz, que reclama a Bolivia el uso de forma compartida de un “río internacional de curso sucesivo”.
Es un error de Muñoz porque cualquier técnico o ingeniero civil puede indicarle que un canal excavado de forma manual con una sección de 60 cm de ancho, 80 cm de profundidad, con una longitud de 3 Km, donde escurren 250 l/s, no puede ser identificado como río, porque sus características técnicas difieren radicalmente de lo que es un río verdadero.
El ex canciller chileno se equivoca por no haber consultado a profesionales chilenos antes de pedir a Bolivia el derecho de compartir las aguas de un río inexistente. Pero presentó una demanda contra Bolivia, indicando erróneamente que un canal de tierra construido por obreros chilenos en 1868 es un río.
La escritora chilena María Piedad Allende en su libro “Historia del Ferrocarril en Chile” señala que el gobierno chileno contrató al ingeniero neozelandés Josiah Harding para que prolongara la línea férrea desde Antofagasta hasta la nueva frontera con Bolivia. Harding por los pobladores de la región supo que había un camino de herradura por donde arrieros transportaban mineral de plata del Cerro de Potosí hasta Antofagasta, excavando pequeños canales de recolección para recoger agua de bofedales del Quetena, en el Departamento de Potosí, ya que en la región de Antofagasta sólo usaban aguas subterráneas ácidas, incompatibles para su uso y para los animales de carga.
Por otra parte, nos basamos en documentos técnicos, históricos y geopolíticos, como el libro “Historia del Ferrocarril de Chile” de la chilena María Piedad Allende (1993), los libros “El Mito del Silala” (enero 2003-2016) y “Recursos Hidráulicos de Bolivia” (noviembre 2014), del Ing. Antonio Bazoberry Q., así como “Hidrografía de Bolivia” (1998) del servicio de Hidrografía Naval de Bolivia, “Balance Hídrico Superficial de Bolivia” de CONAPHI, ORSTOM, Unesco, y el “Libro del Mar” (agosto 2014). En esos textos se asegura que no hay un río nacional o internacional que escurra en forma natural desde Bolivia hasta Chile.
En “El Mito del Silala” (editado por Plural), se indica que no hay una cuenca hidrográfica en las cabeceras de los bofedales, por el contrario, las zonas tienen características de pampas desérticas por falta de lluvia. Por ello se corrobora que no existe un “río Silala” y que según el Servicio Nacional de Geología y Minería los bofedales del Quetena son depósitos fluvioglaciares de hace más de 4.000 años, cuyas aguas afloran a la superficie en forma de ojos de agua y no escurren por falta de caudales adicionales. Además, en el dibujo del perfil longitudinal de recolección de aguas de bofedales del Quetena inscritos en el tratado de límites de 1904, el Silala no aparece como un río de curso sucesivo, porque no existe una cuenca hidrográfica en territorio boliviano donde se origine escurrimiento por las laderas de los bofedales del Quetena.
El autor es Ing. Civil, Ambientalista Certificado y ex miembro del BID.
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