En la valerosa ciudad de Nuestra Señora de La Paz el 16 de julio de 1809 en horas de la tarde, terminada la procesión de la Virgen del Carmelo, salieron los conjurados a luchar, pero para que esta rebelión no fracasara, las crónicas señalan que se formaron sociedades patrióticas, también denominadas logias por sus secretas deliberaciones, que fueron una necesidad de la época. Era una fuerza que nacía de las entrañas populares. Los hombres y grupos que pretendían cambiar la situación solo traducían las tendencias de libertad del pueblo.
Estas logias actuaban en La Paz con la asistencia de quienes estaban seducidos por los debates y las intenciones. Días antes de retornar Gabriel Aguilar de Europa con sueños independentistas, había formado en el Cusco una sociedad de conspiradores, por lo que la situación en La Paz estaba garantizada. Se comunicó con los de la resistencia al régimen feudal monopolista de España, descubriendo aspiraciones y predisposición para precipitar los hechos. Quienes tenían tenaces aspiraciones eran: Pedro Domingo Murillo, Crisóstomo Esquivel, Justiniano Ramón Rodríguez Palma, Romualdo Herrera, Carlos Torres, José Landavere, Pedro Villarreal, José Ramón de Loayza, Manuel Yujra, Andrés Cruz, José Benito Vera, Tomas Diego Garay de Orrantia, José Alquiza y otros.
En esa sociedad Gabriel Aguilar fue un puente de vinculación y enlace con los propósitos revolucionarios del Cusco y las sociedades en el Alto Perú que trabajaron incesantemente para la propagación de ideas. Comenzaron pegando papeles en los lugares de mayor afluencia, provocando la preocupación del Gobernador, por los pasquines con leyendas intencionadas sobre escándalos de la Corte y la Diócesis. Recolectaron armas en Larecaja, en 1805 tuvieron un fracaso cuando violaron su correspondencia y pusieron a conocimiento de las autoridades algunos planes y el gobernador Antonio Burganyo ordenó la detención de los acusados. Pero Murillo con maestría, sin negar su participación declaró culpando a las autoridades de estar comprometidas en el movimiento, desarmando a los juzgadores y poniendo en libertad a los acusados.
Pese a la crisis política y la prisión de Fernando VII, Victorio García Lanza reunió decididos patriotas y acordaron actuar el 30 de marzo de 1809. A pesar de los preparativos y la reserva fueron descubiertos y la delación fue de Pedro Calderón. Pero este fracaso solo fue un paréntesis en las sociedades que se reunieron y buscaron una mejor fecha. En la logia patriótica estaban también decididos: Gabino Estrada, Juan Bautista Sagárnaga, Juan Basilio Catacora, Ramón Arias, Francisco Iturri Patiño, Manuel Huici, Hipólito Landaeta, Juan Manuel Mercado, Gregorio y Victorio Lanza.
Las reuniones fueron en los días 10, 22, 23 y 29 de junio en las casas de María Josefa Pacheco, Juan Bautista Sagárnaga, Juan Basilio Catacora, apareciendo nuevos conjurados: Baltazar de Alquiza, José Manuel Aliaga, Clemente Diez de Medina, a quien Murillo escribió cartas de invitación. El 23 de junio Juan Manuel Mercado propuso un juramento para mantener en secreto lo coordinado, pues figuraban fechas, horas, lugares y personas que debían intervenir. Todos juraron y el último escenario fue la casa del religioso Sebastián Figueroa.
Así se gestó la rebelión, con planes desde 15 años atrás, extendiéndose a todo el Alto Perú y surgió para La Paz una sólida base de acciones populares: el Acta del 16 de Julio y la Proclama de la Junta Tuitiva.
Fuente: Mesa Directiva de la H. Cámara de Diputados 1947-48.
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