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Breve reseña del protomártir Pedro Domingo Murillo

Juan Chávez Alanoca

El mejor homenaje cívico que puede rendir el pueblo paceño en el aniversario a la Revolución del 16 de Julio de 1809, es reafirmar la inmensa talla del prócer Pedro Domingo Murillo, que nació el 17 de octubre de 1757, en la población de Suri, provincia Inquisivi, región Yungas del departamento de La Paz. Fue llevado a la pila bautismal de la Iglesia de Nuestra Señora de La Paz, el 13 de octubre de 1758.

Este personaje es fuente de inspiración permanente en nuestra historia, por haber sobrellevado con altivez y tenacidad los ideales libertarios y de patriotismo, soportando las secuelas de martirio, confiscación de bienes, y la dramática persecución por los opresores y tiranos del ejército realista, hasta su captura en el valle de Zongo, a donde había logrado fugar con dos de sus partidarios, para morir trágicamente bajo la penumbra del cadalso y la horca, y luego de ser cercenada su cabeza, izada para el escarmiento de la generación de la época, el 29 de enero de 1810, mediante una injusta y bárbara sentencia.

El historiador Manuel Rigoberto Paredes narra que durante tres días los hijos de Murillo corrían las calles y se detenían al pie del lugar de la ejecución, como pajarillos huérfanos arrojados de su nido, ante la indiferencia de la caridad pública, que parecía sorda y ciega ante las criaturas, rechazadas como hijos de un alzado, que se dispersaron sin haber obtenido indemnización alguna de la Patria.

Venerar la memoria del insigne Patricio Paceño, precursor de la libertad y la independencia de la Patria, es poco, ante la trascendencia de la Revolución que rebasó los límites de la intuición de una época, para alcanzar un cambio en la estructura social y política con dimensión continental.

En la Junta Tuitiva, surgida el 24 de julio, entre los más representativos miembros del Cabildo Revolucionario fue elegido Presidente y posteriormente designado Coronel del Ejército Patriota, conformado por españoles nobles, descendientes criollos, mestizos y el pueblo en general, que con tesón, disciplina y una inquebrantable fe revolucionaria abrazaron la lucha libertaria, hasta la Primera Proclama de la Junta Tuitiva de 27 de julio de 1809; y la Segunda Proclama de la Junta Tuitiva de 11 de septiembre de 1809. Se buscaba acabar con el odioso régimen colonial, y lograr la emancipación de los pueblos americanos sometidos a la esclavitud.

Hoy estas proclamas de la Junta Tuitiva son documentos imperecederos de nuestro historial.

El héroe asumió la Comandancia General en la Provincia de La Paz, gobernando desde 16 de julio hasta 12 de octubre de 1809, día en que la reacción contra revolucionaria lo redujo a la condición de prisionero. Libertado por el patriota Gabriel Antonio Castro el 19 de octubre, asistió a la batalla de Chacaltaya, donde el ejército patriota fue abatido por la superioridad realista para ser entregado en definitiva el 11 de noviembre a la voluntad tiránica de Goyeneche.

Desde ese funesto día se inició la destrucción de la personalidad del héroe revolucionario, ofuscado con campañas de difamación y mofa por los reaccionarios colonialistas que aborrecían las glorias de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz. Así Sebastián Segurola inició un proceso a Murillo para anular su título de abogado, que recibió de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca, donde se registra entre los egresados de 1806.

Según el historiador Arturo Costa de la Torre, en su obra “Estirpe y Genealogía del Protomártir Pedro Domingo Murillo”, la virulenta campaña contra el Caudillo alcanzó a las altas jerarquías de obispos y arzobispos, que llegaron hasta el extremo de la excomunión cristiana, exhortando abiertamente en templos y parroquias para que “le nieguen todo auxilio, favor y ayuda”.

Ante esta deslealtad, la mejor defensa del héroe Pedro Domingo Murillo fue el cadalso de madera y la horca que estranguló su vida, esa inmolación por la libertad y la patria eternizó su gloria, y justifica por sí sola su espíritu de patriotismo.

En este contexto, el propósito es afianzar el sistema de la democracia participativa, representativa y comunitaria, respetuoso de los derechos, garantías y libertades constitucionales de todos los ciudadanos, tal cual idealizaron los visionarios Próceres de la Independencia.

 
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