La Democracia ha resultado, en las experiencias de la humanidad, el mejor sistema de gobierno y el mejor medio de vida de los pueblos; bajo su vigencia y amparo, conjuntamente la libertad y la justicia, ha logrado conjuncionar lo más digno, propicio, honesto y correcto para la vida del ser humano, para el logro de sus derechos y para la concreción de su desarrollo y progreso; sus mejores métodos o sistemas han sido la práctica y vigencia de dos condiciones fundamentales: la salud y la educación.
El término o palabra “democracia” siempre fue, demagógicamente, del agrado de quienes han mostrado vocación y preferencia por los derechos de la fuerza que son contrarios a la fuerza del Derecho (Constitución Política y leyes) que deben regir la vida, desarrollo y progreso de las naciones. Como el término democracia encerró siempre, como una condición de vigencia, como fines y objetivos de lograr salud y educación para el pueblo, se ha convertido en pretexto para los que han ejercido dictaduras y hasta tiranías con miras a avasallar a comunidades porque ello implica hacerlos siervos o esclavos.
Cuántos gobiernos elegidos democráticamente mediante el voto ciudadano se han convertido, por fuerza de las circunstancias o por las ambiciones de quienes quisieron la suma de poderes de un país y, para justificar su vigencia, adoptaron el calificativo de “demócratas” creyendo que ello los hacía aceptables en el concierto de las naciones. El haber sido elegidos mediante el voto popular, les ha dado la certeza de ser considerados legales y aptos para merecer consideración y respeto del pueblo que en principio, les dio crédito y confianza.
La verdad es que los sistemas democráticos, para muchos políticos con vocación dictatorial, han sido una especie de “slogan” mientras obtenían el poder político, económico y social. Los ejemplos son clarísimos por las experiencias que han dejado Nerón, Calígula, Hitler con el Nazismo, Stalin y Lenin con el comunismo, y, en tiempos del pasado, con tiranos y dictadores que han sojuzgado a sus pueblos y los han sometido a la esclavitud porque las promesas de mejores días de vida, encuentro de riqueza y “disfrute de condiciones de felicidad y otros grandes beneficios” han significado simplemente hacerse del poder y, conforme lo tenían, les surgió la urgencia de prorrogar y expandir sus políticas.
La democracia es bien político, social, económico y cultural que garantiza los derechos humanos a los pueblos y, sobre todo, es el mejor sistema de gobierno; pero, si son vulnerados sus principios y fines, se convierte en simple pretexto para combatir todo lo que beneficia al ser humano. Los casos vividos en nuestra Latinoamérica son múltiples y así, en estos tiempos, se puede tener a Cuba, Venezuela y Nicaragua cuyos gobiernos se sienten “demócratas” tan sólo por el hecho de haber sido elegidos en elecciones donde el pueblo votó por quienes, se pensó, gobernarían cumpliendo la Constitución y las leyes. El caso de Cuba es la continuación de la dictadura y tiranía ejercida desde fines del año 1959 por Fidel Castro que pregonó inicialmente su deseo y propósito de “gobernar en democracia” y, a muy poco tiempo, convirtió su régimen en la tiranía más sañuda esgrimiendo el comunismo y creando su propia ideología llamada “castrismo”. Fue esa dictadura y tiranía, continuación de la ejercida por Fulgencio Batista que, al igual que muchos dictadores, sojuzgó al pueblo cubano. Cuba se considera hasta hoy demócrata aunque sus elecciones son en base al unipartidismo en que no se permite la vigencia de ninguna otra ideología política, sino es el castrismo comunista que tenga derechos y vigencia en la patria de Martí.
El caso de dictaduras y tiranías que “se hicieron del poder nacional en diversos países del Cuarto y Tercer Mundo” es patético porque ha implicado que bajo consignas de “liberar al pueblo del atraso y la pobreza” han asumido poderes omnímodos mediante golpes civiles o militares que han sojuzgado a los pueblos y no les han dejado opción para contar mediante procesos eleccionarios con gobiernos efectivamente democráticos. Esos gobiernos, con poquísimas excepciones, han conculcado Constituciones y leyes y han manejado no solamente la economía sino las políticas y los bienes sociales y culturales a su libre arbitrio; felizmente que, en los últimos años -con excepción de Cuba, Venezuela y Nicaragua-, han desparecido ese tipo de desgobiernos por voluntad de los mismos pueblos que han tomado conciencia de que no hay mejor sistema de vida y de gobierno que mediante democracias en que se respeten y acaten los principios en favor de los derechos humanos y, además, vigencia plena de las libertades y la justicia.
Todo muestra, pues, que aún no se ha tomado debida conciencia en muchos países pobres de lo que significa vivir en libertad y vigencia de principios democráticos que sobre todo, amen y respeten los derechos humanos como condición para la administración de las naciones que buscan salir de las profundas simas de la pobreza y el subdesarrollo.
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