¡“El tema de la participación en el campo político; les digo de todo corazón, es una de las dimensiones de la vida cristiana”, señaló el Superior General de la Compañía de Jesús, Padre Arturo Sossa, en su segunda jornada de visita a Bolivia para el encuentro con el Movimiento Juvenil Ignaciano en Santa Cruz, alentándolos al mismo tiempo a participar en este ámbito y ejercer plenamente su ciudadanía como una forma de servicio a la sociedad.
La católica exhortación y sano mensaje en beneficio de nuestra juventud por parte del prelado nos recuerda (como si fuese ayer) la participación e intervención plena de nuestros jóvenes a nivel nacional en control y fiscalización del proceso para el referéndum constitucional “Bolivia 2016”, a través de la censura y vigilancia de jurados electorales, ánforas, votación, entrega de papeletas, pantallas, etc. para evitar, prevenir e impedir principalmente la posibilidad de fraudes e irregularidades, etc., que resolvió finalmente un terminante rechazo a la repostulación presidencial en aquella impropia consulta.
En otro ámbito; recordemos la violenta irrupción de jóvenes estudiantes al Parlamento chileno, llegando algunos de ellos a echar a legisladores de sus escritorios para reclamar sus derechos con la divisa: “la educación no se vende”, en el marco de una virtual desobediencia civil; al margen de su rechazo al lucro en la educación que patrocina una exagerada participación del sector privado respecto al Estado, que comenzó a restringirles derechos fundamentales de reunión y expresión, con el uso de la fuerza, denunciado por DDHH. Por lo cual nos preguntamos ¿qué quieren los jóvenes?
¡Queremos el mundo y lo queremos ahora!, fue la divisa en la mítica revolución de 1968, constituida por movimientos estudiantiles de liberación nacional contra el orden establecido, iniciada en Francia y extendida a Latino América con la consigna de consolidar primero el vínculo obrero campesino para juntos evitar la humillación frente al tirano, calificada entonces por Benedicto XVI como el “segundo iluminismo” del poder de la razón (el primero fue antecedente inmediato para la Revolución Francesa).
Infelizmente aquel marco histórico reabre la herida aún no cicatrizada en Bolivia, luego de la promulgación de una extravagante Ley de Educación que pretende una formación ¡laica, técnica, revolucionaria, liberadora! y además obligatoria. Pero en ningún capítulo o artículo proclama derechos del estudiante, que señale, por ejemplo, su derecho a considerar la humillación como un delito, que sus materias se le presenten comprensibles; a exigir que no se le enseñe más si no ha comprendido lo anterior, a conocer cuáles fueron sus errores y la posibilidad de enmendarlos, evitar al universitario el “vía crucis” de las pasantías que lo colocan en medio de la tormenta, es decir entre la perentoria exigencia universitaria y la arrogancia de la empresa o industria solicitada, etc.
En resumen, aprender a vivir el modelo constructivista, en el marco de un desarrollo mental, moral, espiritual en condiciones de libertad.
Lo que mañana se necesita, decía Charles Siberman, periodista y autor del controvertido libro “Crisis en el aula”, sino las masas de intelectuales, las masas de educación; es decir hombres educados para sentir y actuar. El rendimiento estudiantil no se va alcanzar por el tamaño del aula, mejor presupuesto, modificación del pensum, reorganización de sus ciclos o la habilidad oratoria de un docente, normas de un sistema concebido para educarlos “dóciles y disciplinados”, llevando el paso y exhibiendo la banderita.
Recordemos que el filósofo Jean Paul Sartre en su diálogo con el joven dirigente estudiantil Daniel Cohn Bendit en ocasión de los movimientos estudiantiles en Francia de 1968, que convulsionaron su política y su propia Constitución, reconocía ese protagonismo juvenil, afirmando que: “Hay algo que ha surgido de ustedes que asombra, que trastorna y reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es; yo lo llamaría la expansión del campo de lo posible… no renuncien a ello”.
Definitivamente, hoy es impostergable la plena participación de nuestra juventud en la política y la economía, conforme ya lo demostraron con fuerza y “ñeque” aquel 21F en el llamado referéndum constitucional.
El autor es abogado.
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