Uno de los principios básicos del Derecho Internacional Público es la abstención imperativa en los asuntos internos de un Estado, porque de su observancia depende uno de los pilares fundamentales del que se sostiene la soberanía estatal y, de suyo implícitas, sus relaciones con el resto de la comunidad internacional.
Con intensidad antes no manifiesta, diríase a partir de la inaugural acuñación conceptual del socialismo del Siglo XXI, por el extinto presidente Hugo Chávez, se ha venido en endilgar indiscriminadamente y con voz airada, la política injerencista en los asuntos internos de cada Estado, que principalmente los EEUU ejercerían sobre Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela, que tienen como soporte ideológico el remodelado socialismo clásico; principalmente cuando de política se trata. Pero es la política exterior de un país la que determina, en cumplimiento a los postulados de la ONU, la abstención de intervenir, directa o indirectamente en los asuntos internos de otro Estado, afectando su voluntad, así como su propia autodeterminación a través de su declaración unilateral de soberanía.
En ese orden de cosas, recientemente el gobierno del Ecuador, presidido por Lenin Moreno, hizo llegar sendas notas de protesta a Bolivia y Venezuela que “desaprobaron” la orden de detención al ex mandatario Rafael Correa por su implicación presunta en el secuestro de un ex legislador, convocando, en consecuencia, a los embajadores de ambos países con sede en Quito, para que, como la práctica diplomática lo aconseja, expliquen la actitud de sus gobiernos a través de sus presidentes, lo que en el ámbito del Derecho Internacional Público supone un incidente siempre desfavorable a la amistad y armonía de los involucrados.
Llama poderosamente la atención que el Presidente boliviano haga no solo una sugerencia, sino una declaración taxativa de que detrás de esa determinación de la justicia ecuatoriana están los Estados Unidos, y al no tratarse de una condena por razones humanitarias, sí amparada en el derecho internacional, esas posturas de juzgar, aprobar o desaprobar cuestiones ajenas desafían abiertamente la Carta de Naciones Unidas en esa materia.
El bloque de los socialistas del Siglo XXI (ahora en versión reducida), en los últimos años ha venido denunciando sistemáticamente la injerencia de la derecha, del imperio, del capitalismo, neoliberalismo y de cuanto se oponga a la ideología que pregonan; empero condenar la detención de Lula da Silva o la persecución de Correa, resultantes de sistemas judiciales, economías jurídicas y circunstancias que a los mandatarios censores les son absolutamente desconocidos, careciendo de todo derecho y en ejercicio de la primera magistratura, si no es injerencia ¿entonces que se le llama a esa actitud?
La posición enteramente de solidaridad ideológica con unos y de desacuerdo doctrinal con otros, asumida por Maduro y Morales, está fuera de toda normatividad y respeto a las relaciones internacionales, en tanto y en cuanto sus status de primeros dignatarios los convierte en portavoces oficiales, que las últimas manifestaciones y pronunciamientos por diferentes medios prueban, no reflejarse en la percepción y sentimiento mayoritarios de sus respectivos pueblos.
Ni de uno ni del otro lado la injerencia en asuntos internos de los Estados puede ser admitida en un contexto de respeto a la soberanía de las naciones, mucho menos cuando un primer dignatario de Estado, investido de su representación, lo hace con valoraciones enteramente tendenciosas. Pero para exigir respeto a la autodeterminación por parte de potencias extranjeras, el ejemplo debe comenzar por casa.
El autor es jurista y escritor.
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