En una nota anterior analizaba la acción gubernamental de la canciller alemana, ahora después de la última crisis patrocinada, paradójica y encarnizadamente, por el partido colega de Bavaria (Bayern), por la política aplicada a los refugiados, las críticas fueron superlativamente intensas y desconsideradas, hasta el punto de motivar una acción solidaria general y sin excepciones de su propio partido.
El resultado es que esta extraordinaria estadista alemana, además de investir el más alto cargo político-administrativo del país más importante y poderoso de la Unión Europea, ha resultado fortificada y con una imagen incólume por su habilidad de manejo de la política alemana, su bajo perfil y sus sabias decisiones.
No solo ello, para apaciguar los ánimos intolerantes del partido hermano de Bavaria, que buscaba subrepticiamente desestabilizarla, se comprometió a obtener una resolución a nivel de la comunidad europea viajando infatigablemente, para labrar una resolución mancomunada en el trato a los refugiados. Y lo logró, evidenciando, en estas últimas y extenuantes negociaciones, que la impele un espíritu de soluciones que involucren a toda la comunidad europea, aunque algunos países del este europeo todavía son reticentes a adherirse a este problema internacional.
Por lo contrario, el partido SPD, inmisericordemente vapuleado en las últimas elecciones, le dio su apoyo y su adhesión a los propósitos de la canciller que, como se relataba, fueron logrados con base en la entereza, credibilidad y profunda convicción que concurren en Ángela Merkel y que constituye una imagen indeleble a nivel europeo y mundial.
Igualmente los demás partidos le dieron su apoyo, excepto el partido AfD, que asume la posición de extrema derecha; posición que hoy, con el dinamismo de la política y su inevitable eclecticismo, resulta esencialmente anacrónica.
Alemania y Francia son válidos líderes de la conducción de Europa como Unión, ante la deserción de los insondables ingleses, que pretenden, como lo hicieron históricamente, mantener su constante renuencia a las disposiciones de Bruselas, que eran las suyas propias debido a su legalidad y legitimidad para oponerse a cualquier decisión democráticamente. Empero, existen pueblos que siguen añorando su antigua situación de conquistadores y de irreductibilidad en sus acciones, es decir pretender la última palabra en todo. Pero hoy, con la fortaleza de la Unión Europea, es un lirismo.
Alemania, país excepcional, un ave fénix paradigmática, con turbulenta historia, nos enseña a través de sus propias y deplorables experiencias, sabiduría en la política, proclive a la solidaridad y convivencia pacífica permanentes.
El autor es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política, Arbitraje y Conciliación, Doctor honoris causa, escritor.
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