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Han pasado tres meses desde que el mando de Unasur pasó a Bolivia y desde que sus seis socios mayores anunciaron un “retiro temporal” que ahora luce indefinido. Nada indica que la crisis en la que se hundió el proyecto de una “OEA sudamericana”, sin Estados Unidos ni México, está en camino de superación, menos aún que esté cercano el retorno de los que lo abandonaron y dejaron a sus otros seis miembros en la orfandad. El mensaje que parece resonar en los edificios del organismo es “el último que apague la luz” (y también la pague).
Con un presupuesto de 9,6 millones de dólares para este año, la salida de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú ha dejado vacías las arcas de la organización. El gobierno entrante del colombiano Iván Duque, quien asumirá el 7 de agosto, ha dicho que abandonará la organización del todo. Su posesión equivaldría a un acta de defunción. Es probable que los demás países hagan lo mismo, pero sin algarabía.
Los que se apartaron en abril, no pagan más cuotas y se da por descontado que hasta fines de año habrán dejado la organización. Al comenzar agosto, aseguran informes coincidentes, el organismo no podrá cubrir sus gastos más elementales, desde los de personal hasta los de servicios.
Dice Humberto Vacaflor en su boletín semanal Siglo XXI, que el colapso del organismo viene acompañado de denuncias de malversación de recursos y, aún peor, de acusaciones de libertinaje de algunos funcionarios en las modernas instalaciones de la sede, que costaron a las arcas ecuatorianas 45 millones de dólares.
La trilla física de Unasur podrá tener dos grandes monumentos. En Quito, el gobierno de Lenin Moreno ha dicho que la moderna sede en el complejo Mitad del Mundo podrá ser un gran museo antropológico o sede universitaria indígena. En Bolivia, la población de San Benito, cerca de Cochabamba, tiene la respiración contenida. Estos días se dan los retoques finales a la que debería ser una ciudadela legislativa destinada a albergar el parlamento de Unasur. Es el aporte boliviano (más de 60 millones de dólares) al sueño sudamericano que languidece.
El ocaso del proyecto para constituir un bloque regional, con sus ciudadanos identificados con un solo pasaporte, redes viales modernas, intercambio comercial sin barreras y con una sola voz ante los grandes conglomerados económicos del mundo deja irrealizado el sueño unitario de los próceres de la región. Ahora vendrá el señalamiento de los responsables del fracaso. Una lección muy clara dirá que el sesgo político e ideológico que se intentó imprimir al organismo fue el germen de su desaparición.
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