Recomiendan los psicólogos
• Se enseña con el ejemplo y por el ello en el aprendizaje de los niños, el padre debe tratar siempre de hablar con sinceridad, ya que todo capta el infante, por lo cual requiere atención, pues está abierto tanto a los buenos como a los malos hábitos
Uno de los aspectos más importantes en las relaciones familiares es la confianza, el poder confiar en alguien. En este sentido, los seres humanos con el tiempo reconocemos el precioso diamante que resulta ser la honestidad, uno de los valores que debemos fomentar y alentar en nuestros hijos, según reflexiona la educadora Susana Berrios.
Para la educadora e investigadora, la confianza deviene de otro valor fundamental, como es la honestidad, que es considerada como una virtud que se aprende, razón por la que los padres deben cultivarla en sus hijos. Para cumplir con este propósito será necesario poner toda nuestra atención en ese cometido, al igual que lo hace un artista en sus obras de arte, señala.
En opinión de la educadora debemos aprender a cuidar la honestidad para alimentar la confianza y optimizar las relaciones familiares entre padres e hijos, y también entre hermanos, de lo contrario saltará a la vista lo que no se desea, como es el error y la mentira de manera excesivamente natural.
HONESTIDAD NATURAL
La especialista explicó que de niños, cuando los hijos comienzan a hablar, sólo lo hacen con la verdad y entablan conversaciones bajo el principio natural de la honestidad. Sin embargo, cuando pasan los años, por muchas carencias en la educación, esos infantes que solo sabían decir la verdad, comienzan a comportarse de acuerdo a los ejemplos que reciben del entorno social. En este contexto, entre otras actitudes, aprende a decir mentiras o a ocultar la verdad.
Ante esa realidad –dijo– es necesario que el niño comprenda que toda decisión que él tome, sea mala o buena, a futuro también deberá asumir las consecuencias, si sus acciones son buenas las consecuencias serán generosas, caso contrario pueden obstruir y perjudicar su desarrollo como persona.
CUIDAR EL CORAZÓN
Es muy difícil mantener intacta la inocencia de los niños como cuando nacieron, sin embargo, estamos en la necesidad de cuidar su corazón de las influencias externas, de los sentimientos nocivos, como la tristeza, la amargura y la desolación, porque a veces los hijos ni siquiera aprenden a mentir en casa, sino en la escuela, explicó la psicóloga y educadora María Benítez.
Un proverbio dice: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Pr. 17:22). Esto nos indica que el estado del corazón determina la apariencia del rostro, razón por la que un corazón alegre es medicina que no se compra en la farmacia y que puede curar muchas enfermedades sin costo alguno.
CASTIGO
En su opinión, las actitudes negativas de los hijos no sólo deben ser corregidas con el castigo, más allá de las sanciones un niño necesita que cultivemos y le expliquemos la importancia de la honestidad y la confianza.
“Más importante que las represalias es enseñar a los hijos a valorar la verdad. También es importante reflexionar que la deshonestidad conlleva a no confiar en los demás y la desconfianza es el peor sentimiento que puede sentir una persona”, reflexionó.
SINCERIDAD
Educar en la sinceridad a los niños –explicó– es un buen ejercicio que los padres deben aprender y enseñar. Para los padres es muy importante transmitir el valor de la sinceridad a los niños, sin embargo, hay una delgada línea entre decir la verdad con respeto o hacerlo ofendiendo.
Manifestó que educar en la sinceridad es construir y consolidar en los hijos valores y principios de vida con amor y transparencia. “Su importancia radica en que la sinceridad es la base para adquirir otros valiosos valores, como la bondad, la generosidad, la amabilidad, la responsabilidad, la justicia o la amistad”.
DESARROLLAR LA HONESTIDAD
Indicó que cultivar la honestidad en los hijos requiere formar nociones, conocimientos, habilidades, emociones, vivencias y sentimientos, con la finalidad de prepararlos para una conducta virtuosa.
Para la psicóloga y educadora un niño de la primera infancia, por naturaleza, cree que todo le pertenece, que todo gira en torno a él y, por lo tanto, cree que todos los objetos del mundo le pertenecen, así como aprobadas todas las acciones para obtenerlos, este egocentrismo inicial va cediendo poco a poco a comportamientos más socializados, que lo obligan a no mentir, a no utilizar medios no adecuados para obtener lo que quiere. Es por eso que en la formación de una cultura de paz, la honestidad se convierte en un pilar de la misma.
ESTÍMULOS Y EL EJEMPLO
Los estímulos y el ejemplo de los padres –explicó– son fundamentales para conseguir que el niño no mienta y afronte la realidad con la verdad. Para ello es fundamental que los padres estén atentos a los momentos en que el niño dice la verdad y alabar su comportamiento o por el contrario averiguar qué razones le impulsan a mentir e intentar corregirlas.
CLIMA AFECTIVO Y JUICIOS DE VALOR
También señaló que es importante que en el proceso de enseñanza y aprendizaje se pueda crear en la familia un clima afectivo y lleno de ternura, donde el niño o niña no tenga miedo a ser reprendido por no cumplir sus responsabilidades y expectativas, sino más bien comprenda la razón real que dio origen a la llamada de atención.
Asimismo, es importante –dijo– que los padres comprendan que no es oportuno hacer juicios de valor, como llamarle mentiroso, mucho menos delante de otras personas. “También no es aconsejable presionarle en exceso ante una falta”.
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