Las ocho discordantes versiones con las que el actual Vicepresidente del país trató de justificar su condición académica -que derivaron en acusación ante la Fiscalía General del Estado, por parte de la oposición política, debido a la comisión de falsedad ideológica, uso de instrumento falsificado y ejercicio indebido de la profesión, que contravienen, según afirman, principios de transparencia legalidad y ética en el ejercicio legal de funciones-, impone reflexionar sobre la obligatoriedad o no de estas condiciones para su mandato.
Pero la frase más rescatable del imputado (honrando el principio penal de recobrar lo favorable y restringir lo odioso) quizá sea: “fue un profesor el que me hizo gustar las matemáticas que me llevaron a obtener el bachillerato y realizar posteriores estudios de la materia”.
Ahora bien; ser autodidacta no es pecaminoso, al contrario, es destacable, ya que no todos disponen de iniciativa ni capacidad para promover su propio aprendizaje, sin contar con ayuda. Hay que disponer de tiempo para hacerlo y, por supuesto, también ser constante. La gente que no disponga de estas condiciones verá complicada la cuestión, además que no culminará obteniendo algún título o certificado que avale sus esfuerzos frente al mercado laboral.
Definitivamente larga es la lista de autodidactas destacados e influyentes que no brillaron en las escuelas, institutos y/o universidades, sin avergonzarse por ello.
Lo condenable es tratar de sorprender la fe de la población al aparentar ser colegiado y figurar con títulos que no tiene, además que su cargo no requiere tales diplomas, etiquetas, y/o registros especiales para ejercer. Lo anterior se encuentra establecido en el Art.164 del CP en actual vigencia.
Así pues; tales antecedentes manifiestan el grado de honestidad y moralidad del personaje señalado; al margen del delito cometido.
Deplorablemente, estas denuncias de hechos punibles, puestas en conocimiento del Ministerio público, para que éste proceda a la averiguación y proceso correspondiente, ya no tienen efecto por la indolencia del defensor de Estado, por ser hoy incondicionales epígonos del gobierno de turno.
Lo peor es que la situación (por costumbre) se va convirtiendo en “normal y aceptable”, es decir que la comunidad cierra los ojos y adopta el comportamiento de “Laisser faire; laisser passer” (dejar hacer, dejar pasar) resignándose a “es preferible lo malo conocido, que lo bueno por conocer”, habituándonos, finalmente, a que lo malo puede ser peor. Habrá que encontrar nuevos caminos ante quienes tratan de perpetuarse en el poder.
El autor es abogado.
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