“Amen la paz, el tesoro más precioso y deseable de todos”, ha escrito, en una carta, en el año 1486, San Francisco de Paula, ermitaño.
La humanidad se esfuerza, hoy como ayer, por preservar la paz, considerada como “el tesoro más precioso” de todos los tiempos. El afán es, indudablemente, la búsqueda permanente de aquella realidad exenta de violencia, de zozobra e incertidumbre. En ese marco, armonía, confraternidad y solidaridad son los objetivos que gozan de mayor prelación, desde épocas remotas.
Sólo la voluntad política, con desarme espiritual, nos permitirá asumir la paz, de cara al Siglo XXI. De ese modo encauzaremos la convivencia civilizada, libre de toda amenaza e intimidación, de toda agresión e invasión. Entonces estaremos construyendo el futuro con diálogo, con cooperación e integración, en la perspectiva de alcanzar días mejores.
Hoy se impone la paz quebrantada por la intolerancia y tozudez, que ha sembrado desavenencia, suspicacia y resquemor, en un mundo constituido por grandes y pequeños países.
Pero adquirieron vigor corrientes innovadoras, en ciertos puntos del planeta, que intentan fortalecer la paz mundial, superando los tradicionales escollos político - ideológicos. Actitud que ha concitado el interés de la opinión pública, recientemente.
Aquella corriente, que inyecta el espíritu de reconciliación, se ha propuesto desmantelar el vetusto y frágil andamiaje del odio, de la revancha y la confrontación, que ha indispuesto, como bien sabemos, al conjunto de los países del orbe. Y ha determinado colocar, sobre sus escombros, la piedra angular del entendimiento, de la tolerancia y de la integración, borrando, de tal modo, todo vestigio del pasado nada fructífero.
Las superpotencias, otrora distanciadas por el enfrentamiento ideológico y la tensión prebélica, han bajado la guardia, a fin de dar cabida a la paz que tanto requiere el mundo, para avanzar hacia derroteros más promisorios. La guerra fría, o la pulseta política, ha pasado a la historia. Hoy se impone la inquietud del encuentro, del diálogo y del trabajo mancomunado, por el bien común. Es un hecho que ojalá sirva de paradigma a las generaciones venideras.
En consecuencia: los irreconciliables, de la segunda mitad del Siglo XX, decidieron dar un paso al costado, para promover la amistad, como signo de acercamiento bilateral. Y ello redundará, en definitiva, por la paz, en general. Y que sea duradera, en el tiempo y espacio, para encarar políticas, en forma conjunta, lejos de los sobresaltos y de las perplejidades.
Pero algunos deschavetados, en nuestra región, han movilizado fuerzas militares, con fines bélicos. Viven fuera del contexto de la paz.
En suma: de veras que existen inquietudes que buscan apuntalar la paz.
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