Es un hecho que todos los países se encuentran preocupados por el crecimiento imparable del narcotráfico. En los últimos años, según datos de organismos internacionales, el negocio de las drogas ha crecido y no existen planes o programas efectivos para combatirlo. Para los países ricos y desarrollados, con sus habitantes que son las mayores víctimas de las drogas, creen - casi arbitrariamente- desde hace años que la solución radicaría en que los países productores de droga -cocaína por ejemplo- combatan internamente la producción, reduzcan las posibilidades de comercialización y eviten, por todos los medios, los cultivos de coca. Todo ello, dicen las grandes potencias, “daría lugar a que el negocio de las drogas, al no tener producción, reduciría el consumo en el mundo”.
Pero, la verdad es una: el aumento del narcotráfico en todo el mundo se debe a que son los países consumidores los que determinan el aumento de la oferta. Si los países productores disminuyeran, así sea mínimamente, la producción de droga, automáticamente los empresarios de las drogas abrirían muchos canales para restablecer esa producción y lo harían utilizando todos los sistemas que hasta ahora han utilizado, empezando por la expansión de la corrupción, que les permite, a cambio de dinero, reemplazar lo no producido y aumentar cantidades que se entregan a comercializadores muy bien organizados y potencialmente poderosos en todos los países. Esto implica que el aumento de la producción es debido a la demanda y, si ésta no hubiera, automáticamente disminuirían los cultivos de las hojas de coca y su respectiva industrialización; lo mismo ocurriría con otro tipo de alucinógenos que han invadido los mercados.
Otro factor importante es que los países ricos y desarrollados frenen a sus industrias productoras de químicos o precursores que se utilizan para la fabricación de droga. La provisión permanente de precursores a los países productores determina que se produzca más droga; pero, como los factores económicos son importantes, nada se hace para que las industrias eviten o por lo menos disminuyan la producción y venta de esos químicos que sirven para la producción de las sustancias que son letales.
El otro factor, y muy importante, es que existe en los países productores un hecho que se hace aliado indirecto e involuntario del negocio de las drogas: la pobreza. ¿Qué hacen los ricos y desarrollados para frenarla inclusive en sus propios territorios? ¿Cuántas inversiones realizan en los países pobres con miras a crear riqueza y generar empleo para suplir la “oferta tentadora” del narcotráfico debido a la falta de empleo? ¿Cómo esperan los países ricos, poseedores de capitales financieros y tecnología, evitar que el negocio de las drogas ofrezca trabajo a quienes lo buscan y necesitan permanentemente ante la carencia del mismo en sus países?
Finalmente, habrá que preguntar a ricos y desarrollados: ¿Cómo combaten en sus países que grandes consorcios y compañías que trabajan en pro de la economía de las drogas han sido descubiertos y puestos a disposición de los tribunales de justicia? ¿Cuántos de esos llamados “capos de la droga” han sido encarcelados tan sólo en los últimos diez años? ¿Cuánto alimenta a la economía de sus países el negocio de las drogas? ¿Hasta qué punto controlan puertos, aeropuertos, vías terrestres y otros medios de transporte el ingreso de las drogas? ¿Hasta qué punto es evidente ese control cuando ingresan drogas por todo medio y son los propios comercializadores los que facilitan la expansión?
Es evidente que muchas fronteras son controladas al igual que aeropuertos y puertos marítimos; pero, ¿es suficiente? La verdad es que no se ha hecho mucho para detener el tráfico o, si se lo hizo, es con acciones muy débiles. Por otro lado, ¿qué hacen de la droga decomisada? ¿La creman? ¿La expanden en lagos, ríos y mares envenenando sus aguas? ¿Cuántos barriles de precursores han sido confiscados en los últimos diez años? ¿Cuáles son los índices de producción de esos químicos y quién los controla tanto en usos legales como ilegales? Hay muchas preguntas que los países ricos y desarrollados tendrían que responder y, en base a ello, encarar, decidida y definitivamente, acciones punitivas contra el narcotráfico en todas sus formas.
El negocio de las drogas seguirá expandiéndose mientras no se adopten medidas drásticas, mientras haya permisividad de muchas autoridades que permiten su internación legal e ilegal a los países consumidores que son los únicos culpables del crecimiento del veneno que hasta ahora ha causado más muertes que todas las guerras habidas en la humanidad.
Sería importante y necesario para las acciones futuras que se emprendan, que los países ricos y desarrollados tomen conciencia de que su población es la que demanda más droga; que algunos habitantes de los países productores, debido generalmente a los altos índices de pobreza, aceptan con mucho desagrado realizar labores que el empresariado de la droga les pide, además, con una condición que denigra y es humillante: pagarles una parte en droga y lo demás en dinero; procedimiento que también se utiliza con los comercializadores de los países “puente”. El narcotráfico asegura las ventas y, además, logra más adictos con la incorporación de los que prueban el veneno. Entonces, la conciencia culpable de todo esto no es sólo de los narcotraficantes sino también de los pueblos consumidores.
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