En realidad, el viraje de Cuba del comunismo al capitalismo no es algo raro, sino ya común. No se encuentra el origen de ese viraje de 180 grados en maniobras internacionales o deseos personales. En la poderosa Unión Soviética, con 70 años de vida, la muerte de millones de vidas, toda clase de recursos, terror y procedimientos increíbles no sirvieron para algo, excepto confirmar que el camino más corto al capitalismo es el socialismo. Lo mismo se puede decir de China, Vietnam, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, etcétera. Ante el ostensible fracaso, tuvieron que volver al capitalismo.
Ahora Cuba, sometida al atraso durante 50 años por el dogmatismo y la dictadura, entró en el camino de avanzar por la vía capitalista y retornar a la vida real. Los gobernantes cubanos, presionados por la realidad, que siempre está delante de la teoría, han decidido negar valor al comunismo y aceptar el sistema capitalista, única forma, en la actualidad, de vivir en libertad, base de todo progreso.
En ese sentido, el Parlamento cubano decidió reformar la Constitución cubana y como primer punto borrar de su texto la palabra “comunismo”, debido a que el contexto internacional es muy diferente, en comparación con años anteriores. Es más, toma la decisión de avanzar hacia el sistema capitalista, vale decir hacia la propiedad privada, el salario, el mercado. Esa renuncia a las anquilosadas ideas de la ortodoxia ideológica no es sino la prolongación de lo ocurrido bajo el imperialismo soviético, cuyos dominios se desmoronaron como castillos de arena.
Pero hay algo aún más importante en este contexto. Las causas de esa catástrofe del comunismo no son la oposición, maniobras externas, grupos sociales, deseos personales, ni mucho menos, sino que ese fracaso viene del fondo mismo del alma de la economía, factores esenciales que derriban las murallas chinas del dogmatismo y del falso materialismo, causas que no vienen de fuera, sino de la médula de las cosas. Lo que determinó el fracaso de las ideas del socialismo es su aplicación en la práctica, única forma de comprobar si una teoría es correcta o no.
En esta época, las teorías socialistas, comunistas o populistas, como el socialismo del Siglo XXI, han caído en saco roto y las que subsistían agarradas con uñas y dientes al pasado, como en Cuba, llegan inevitablemente a su fin y no solo de palabra sino por determinación aprobada en su Constitución, aunque todavía subsistan el partido único, el centralismo democrático, el control del pensamiento, recursos desesperados y temporales para evitar el juicio de los hombres, pero no el juicio de la historia.
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