El 8 de julio de 2018 París, hoy la capital de Francia, cumplió 2.268 años, que resultaría intrincado poner en velas encendidas en un pastel repleto de sabores, donde históricamente no han faltado los sinsabores que, por fortuna para la humanidad, fueron superados, al punto de que hoy París, “la ciudad luz”, continúa siendo la meca de la libertad, democracia, diplomacia, buen gusto, moda, turismo, artes, incluyendo el culinario, y los deportes, sobre todo como capital de un país campeón de fútbol del mundo en 2018.
Probablemente París fue fundada hacia 259 a.C. como Periscan por los galos Parisii, en la isla hoy conocida como la Île de la Cité en el río Sena, en pleno París de hoy. En el año 53 a.C. los romanos liderados por Julio César ocuparon la zona que con el tiempo fue cristianizada, tomando el nombre de Lutetia, Parisiórum en latín. Creció a ambos lados del río Sena. El 987 d.C. devino capital de Francia. Creció y el costado izquierdo del río con el tiempo ganó la reputación de alojar intelectuales, en tanto que el lado derecho alojaba a comerciantes.
Durante el renacimiento francés, que comienza a fines del Siglo XV hasta temprano el XVII, París devino en centro de arte, arquitectura y ciencia. A mediados del Siglo XIX Napoleón III contrató al urbanista George-Eugene Hausmann para modernizar París. El trabajo de éste resultó en los bulevares anchos y arbolados, parques públicos amplios con sendas, jardines y árboles, un nuevo y amplio sistema de alcantarillado y otras obras públicas que incluso en el Siglo XXI sirvieron de modelo. La ciudad fomentó su actividad cultural y en los años 1860 emergió en París un movimiento en pintura, conocido como el “impresionismo francés”, con pintores como Eduard Manet, Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas, Pablo Cézanne, et. al. La crema y la nata de París de la Belle Époque están bien interpretadas por Carolina Weber en su reciente libro Las duquesas de Prust, que versa sobre cómo tres conocidas francesas cautivan la imaginación de fines del Siglo XIX en París: Laure de Sade, condesa Adhéaume de Chaume; Geneviève Halévy Bizet Strauss; y Élisabeth de Rique de Caraman-Chimay, condesa-Greffulge.
Hoy París tiene más de dos millones de habitantes, con algo más de diez millones que viven en los alrededores. Continúa siendo la meca del buen comer, moda, comercio, cultura y, desde luego, como ciudad, continúa atrayendo anualmente la mayor cantidad de turistas del mundo. Como lugares de visita continúan destacándose el Arco del Triunfo, los Campos Elíseos, la Catedral de Notre Dame (construida en 1163 en la Île de la Cité), el Museo del Louvre, donde está la aclamada “Mona Lisa”, la Torre Eiffel (construida en 1889) para conmemorar la Revolución francesa que comenzó en 1789 y terminó tarde en 1790, con el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte.
La revolución erradicó a la vieja nobleza absolutista y el sistema feudal. El detonante fue el descontento con la monarquía, añadido a la mala política económica del rey Luis XVI, que fue guillotinado, lo mismo que su esposa María Antonieta. Aunque no logró todos sus objetivos, la Revolución francesa aglutinó la convicción de que la nación moderna, o la que aspire a serlo, en cualquier parte del mundo y en cualquier época, debe formarse en función a la voluntad de los ciudadanos, que son la verdadera majestad del país, que se da a través del voto electoral directo, individual, secreto, idóneo y respetado. No hay sustituto.
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