Algo insólito ocurre en Bolivia, no tiene partidos políticos, cuando en décadas pasadas siquiera había una media docena, con distintas posiciones ideológicas. Ni siquiera el Gobierno tiene un partido que le inspire en su accionar, pues aquello del Movimiento Al Socialismo (MAS) no es más que nominal, ni siquiera tiene un comité político, de modo que el presidente Evo Morales navega en la soledad.
La formación de partidos políticos se inspira en una motivación cívica, dirigida a cumplir finalidades de servicio público, pues los partidos están formados y orientados a esta finalidad, empezando por velar los intereses patrios y, en particular, a la sociedad o a lo que ahora se habla más, de pueblo.
La carencia de partidos es una forma patética de demostrar que no existe ya el interés de servir al país, como sucedía en el pasado, pese a que siguen existiendo en todos los países del mundo, exceptuando en aquellos que se etiquetan de ser comunistas, lo que equivale en buen romance al absolutismo a ultranza.
Empero, mientras exista la Patria, todos sus hijos tienen el deber de ocuparse de ella, en unos casos sirviéndola en su administración y buen Gobierno y, en otros, para en lo personal demostrar internacionalmente que existe un país y que tiende a ser un componente digno y representativo de un territorio y de sus habitantes.
Desde tiempos inmemoriales se asumió la idea de que al existir tales elementos, era requisitorio contar con organizaciones que asuman su protección, integridad y funcionamiento como sociedad organizada.
A partir de esta conceptualización ha debido emerger la idea de cómo administrarlo, pero que no sea única y absolutista, sino que sea plural, de donde ha debido surgir la idea de organizar grupos sociales que luego adoptaron el carácter de partidos. Y como entre los seres humanos no hay unanimidad en el pensamiento y el sentir, se optó porque esos grupos adquieran una existencia institucional propia y las diferencias que existen en tales situaciones han sido la base para unificar opiniones e inquietudes de servicio público, para que aquellos que coinciden en ideales y comportamientos opten por formar los partidos, con distintos idearios y modalidades de accionar.
Sobre estos temas existen numerosos libros y obviamente tienen que incurrir en diferencias, pero estas líneas no son producto de los mismos, sino del pensar individual de quien las escribe. Sin duda, con insuficiencias, pero en cuestiones públicas, tal como ocurre con cualquier ciudadano que se inspire en su propio civismo, deben tener limitaciones o variaciones no siempre coincidentes con lo que está ya expuesto.
La preocupación central que debiera existir es que Bolivia en la actualidad no tiene partidos políticos, por lo que se puede considerar que está en la orfandad o, por lo menos, en la indiferencia de sus pobladores respecto a los intereses públicos y a conservar su propia existencia.
Los partidos son, pues, los instrumentos idóneos para cumplir estas tareas fundamentales, que en el mejor de los sentidos hay que conceptuarlos e identificarlos como de servicio cívico. Que no siempre haya sido así, no quiere decir que haya que cruzarse de brazos y permitir que se siga incurriendo en falencias e incluso en gestiones dolosas.
Precisamente los partidos, con las respectivas diferencias de matices políticos y doctrinarios, son los que implícitamente ejercen las funciones de guardianes de los mejores intereses públicos. Y si no lo hacen, recibirán siempre la condena a la que se hagan acreedores.
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