Economía de palabras
Dice un consenso de expertos que eso de llamar “nacionalización” a lo que hizo con el petróleo el actual gobierno en 2006 es una “falacia”, porque apenas fue un cambio de contratos, un cambio que resultó demasiado caro.
Y dice Siglo 21 en su edición de esa semana que un estudio hecho por la Universidad Católica de Australia ha comprobado que, por supuesto, las inversiones no llegan a los países donde hay la costumbre de nacionalizaciones o expropiaciones.
Es decir que, a tiempo, el actual gobierno debía haber dado a las empresas petroleras el mismo mensaje que el presidente Evo Morales le diera a José Luis Rodríguez Zapatero, cuando le dijo que la prédica “anticolonialista” de su gobierno es solamente de dientes para afuera, porque, él por lo menos, quiere mucho a España.
Pero la propaganda pudo más y el gobierno no hizo esa aclaración, que hubiera tenido que decir: le vamos a llamar “nacionalización” sólo de dientes para afuera, porque en realidad ustedes van a tener mejores condiciones que antes.
Orgullosas, y quizá soberbias, las petroleras aceptan todos los gestos de rendición del gobierno, en forma de costos recuperables, liberación de impuestos ingreso a parques naturales, pero no invierten. Quieren una rendición franca, hecha a los cuatro vientos, con rodilla al suelo.
Ahora se anuncia un foro que equivaldrá a la rifa de las áreas de prospección petrolera, donde se conocerá algunas de las nuevas ventajas que el gobierno ha decidido dar a las empresas a fin de que descubran algo. Ventajas que no serán conocidas por los bolivianos mortales.
Hasta ahora, dice YPFB, las petroleras han recibido US$ 6.000 millones por concepto de “costos recuperables”. Siglo 21 recuerda esta semana que en 2015 se hablaba de US$ 11.000 millones, casi el doble. Sabe Dios cuánto han crecido desde entonces.
Estas rendiciones con cuenta gota no sirven. Las petroleras no ceden.
Algunas de ellas sólo hacen ademanes de ceder. La española Repsol dijo en 2015 que había descubierto un campo dentro de otro que se conocía desde 1997, lo que sonó a prestidigitación geológica.
La estabilidad, que podría confundirse con continuismo de un mismo gobierno, sirve un poco, pero lo que más aprecian las petroleras es que existan leyes claras, y no se dejan convencer con decretos que se pasa por debajo de la mesa.
Y en medio de estas mentiras, el gas se acaba.
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