Con toda razón, los productores de cualquier naturaleza que trabajan en el país piden que el gobierno les garantice la libre exportación de lo que producen; alegan no tener cómo competir con la producción extranjera que hay en los mercados externos que tienen libertad para importar y exportar.
Muchas veces se ha sostenido la necesidad de que en la apertura para las inversiones, uno de los principales requisitos tiene que ser el referido a que el inversionista pueda exportar libremente y con todas las garantías lo que produzca; de otro modo, se dijo, se estará en condiciones inferiores ante quienes proveen a mercados externos. En la mayoría de los países del Tercer Mundo que han incursionado en el campo de la exportación, que es una forma de garantizar su trabajo, se cuenta con facilidades de toda laya porque, explican, cómo se puede competir con disposiciones que ponen trabas o dificultan el envío de lo producido al exterior, que si acepta nuestros productos será porque “existen las garantías necesarias para producir y exportar”.
El que buena parte de nuestras posibles exportaciones esté sujeta a determinados condicionantes es peligroso y contrario a todo principio exportador porque, cuando las exportaciones son controladas o están sujetas a determinadas condiciones, surgen los convencimientos de que el país productor no cuenta con las garantías debidas y ello implica que cualquier contrato que se firme estaría en una situación de anularse porque se aplique alguna condición pre-establecida en el país.
Nuestro país precisa con mucha urgencia que capitalistas extranjeros inviertan tanto capitales financieros como tecnológicos y humanos; se ha sostenido que “existen las garantías pertinentes”, pero se extraña la ausencia de reglamentos que, de alguna forma, garanticen que esas inversiones estén seguras y no corran peligro alguno de estatizaciones, nacionalizaciones o cualquier sistema de “perderlo todo”. Importa mucho que los posibles inversionistas conversados en Nueva York y Londres comprueben que los temores que tenían han sido superados con la aprobación de garantías extraordinarias a la Ley de Inversiones.
El principio es: “Quien invierte lo hace para ganar” y no para “jugar al azar”. Esto da lugar a que permanentemente se exponga temores y se busque el logro de garantías muy serias, porque, innegablemente, los procesos de confiscaciones, estatizaciones o nacionalizaciones experimentados en Bolivia han dado imágenes muy negativas y, en muchos casos, cuando las conversaciones estuvieron adelantadas, los temores hicieron que lo proyectado sea derivado a otros países, como Chile, Paraguay y centroamericanos.
Por principio, toda producción de bienes o servicios debe estar garantizada y si no cuenta con las seguridades debidas, será porque está sujeta a cualquier tipo de confiscación o nacionalización. No proceder de acuerdo con principios de respeto y seguridad es asegurar el alejamiento de capitales y la pérdida de posibles utilidades para el país.
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