¿Café o cafecito?

Recientemente, en la Feria del Libro de La Paz, en un sitio de comidas vi un letrero que ofrecía: “tecito”, “cafecito” y “matecito”. Y no hace mucho, en un reconocido local de hamburguesas, la persona que atendía me preguntó con amabilidad: ¿desea mayonecita?

Ejemplos como estos se dan a diario en las calles, en los medios y en las redes. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué el uso tan extendido de diminutivos?

Recordemos que un “diminutivo” es un sufijo (generalmente ito, ita) que modifica el significado de una palabra. Al usar un diminutivo alteramos el sentido de lo que queremos expresar, no es lo mismo decir “hombre” que “hombrecito”, por ejemplo.

Los diminutivos son correctamente empleados cuando nos referimos al tamaño de las cosas, por ejemplo una “mesa” será más grande que una “mesita”.

O pueden tener un carácter cariñoso, en lugar de decir “gordo”, solemos decir “gordito”.

Pero también los diminutivos pueden ser despreciativos, en lugar de decir “tengo que atender un asunto”, decimos “tengo que atender un asuntillo”.

Es decir, los diminutivos tienen su lógica, pero aplicarlos a todas las cosas y en todo momento es un mal hábito que desvaloriza los objetos y minimiza a las personas.

Un café es un café, no puede ser un “cafecito”. Otra cosa es el tamaño del recipiente, que podrá ser una taza o una tacita, pero el café sigue siendo café.

“Vamos con un temita musical”, como decía un locutor, es subvalorar la canción. “Tenemos una llamadita”, como decía otro locutor, es empequeñecer a la persona que llama.

El uso de diminutivos es inconsciente. Si usted analiza cada palabra que pronuncia, seguro hallará más de un diminutivo en su léxico.

*) Director ejecutivo de Xperticia. Empresa de Capacitación y Asesoramiento en Comunicación.

(www.xperticia.net)